Investigación psicoanalítica en la universidad ARTIGOS ARTICLES Luciane Loss Jardim I ; María Del Carmen Rojas Hernández II I Universidade Estadual de Campinas, Faculdade de Ciências Médicas, Departamento de Psicologia Médica e Psiquiatria. Caixa Postal 6111, Cidade Universitária Zeferino Vaz, Barão Geraldo, Campinas, SP, Brasil.
- Correspondência para/ Correspondence to : L.L. JARDIM.
- E-mail : II Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Facultad de Psicología.
- San Luís Potosí, México RESUMEN Este artículo tiene como propósito puntualizar las diferencias esenciales entre la investigación científica – como se establece desde el racionalismo contemporáneo – y la investigación psicoanalítica.
A partir de esta diferenciación se plantean las condiciones necesarias para una investigación psicoanalítica, fundamentada en criterios exclusivamente psicoanalíticos, que tiene como objeto de estudio los procesos psíquicos inconscientes originarios de la clínica analítica.
- Luego, intentamos describir la formalización de la investigación psicoanalítica en el medio universitario que presupone la descripción y conceptualización del caso clínico.
- Unitérminos: Ciencias.
- Psicoanálisis.
- Universidades.
- ABSTRACT This article proposes to outline the essential differences in scientific research, starting from contemporary-rationalism, and psychoanalytic research.
Using this distinction, it is possible to determine the necessary conditions for psychoanalytic research based exclusively on psychoanalytic criteria, which aims to study the unconscious processes originating in the psychoanalytic clinic. We therefore try to describe the formalization of psychoanalytic research in the university context, which involves the description and conceptualization of the clinical case.
- Uniterms: Sciences.
- Psychoanalysis. Colleges.
- El tema de este artículo es oriundo de un hecho: el psicoanálisis y su inserción en el contexto universitario.
- El ingreso de los psicoanalistas en la universidad viene ocurriendo en las últimas décadas, lo cual ha generado una gran producción de conocimiento que pretende dar cuenta del trabajo que allí se realiza, pero que simultáneamente implica cierta problemática que debe ser abordada, especialmente acerca de lo que podemos entender como investigación en psicoanálisis.
En ese sentido podemos citar algunos trabajos de psicoanalistas insertos en programas de postgrado que teorizan acerca de su hacer buscando fundamentos para sostener la investigación psicoanalítica en el contexto universitario: Mezan (1993) y Safra (1993) tratan del manejo del material clínico; Mezan (1998) aborda la escritura de la clínica psicoanalítica; Guerra (2001) enseña a través de un relato de caso el proceso investigativo en psicoanálisis; Nogueira (2004) presenta los fundamentos psicoanalíticos de la investigación psicoanalítica en la universidad; Jardim y Rojas (2007) dibujan algunos conceptos para sostener la investigación en la universidad; Jardim (2008) presenta un modelo para el tratamiento de un caso de psicosis a partir de la investigación psicoanalítica fundamental; Silva, Yazigi y Fiore (2008), a través de casos clínicos, también abordan las posibilidades del trabajo psicoanalítico en la universidad.
Todos los trabajos versan sobre tópicos relacionados con el tema, con la intención de sostener la práctica investigativa que desarrollan en el seno de la universidad. Para precisar la problemática que enfrentan los investigadores que fundamentan su trabajo en el psicoanálisis, es decir, para hablar de investigación en psicoanálisis – concretamente en el contexto universitario – es necesario hacer algunas puntualizaciones indispensables para conocer las especificidades que esto requiere.
Dibujar las diferencias entre la investigación científica cartesiana y la investigación en psicoanálisis implica que deben entenderse con claridad no sólo las posibilidades de la investigación en psicoanálisis sino también sus imposibilidades y, al mismo tiempo, las características de la investigación científica desde una perspectiva positivista.
Para desarrollar las ideas con las que se argumenta este trabajo, es necesario puntualizar algunos conceptos que son esenciales, así como las nociones de investigación, de método y de ciencia, para mostrar las posibilidades de la investigación en psicoanálisis. Etimológicamente, investigación proviene del latín in (en) y vestigare (hallar, inquirir, indagar, seguir vestigios), por lo que podemos inferir que un investigador es una persona que realiza una búsqueda.
La forma como se hace esta búsqueda es la metodología, que a su vez, también, simultáneamente va a determinar al objeto buscado y va a ser determinada por el mismo.
- Tanto en la ciencia como en el psicoanálisis, la manera de hacer una investigación no es independiente de su método sino que, por el contrario, cada una se caracteriza por su metodología: para la ciencia la metodología es entendida como la forma de producir conocimiento, y para el psicoanálisis la metodología implica aquello que permite construir un saber acerca de la verdad y del deseo del sujeto.
- Por lo tanto, en ese artículo hacemos una revisión de algunos argumentos psicoanalíticos mediante los que se expone la diferencia entre la metodología positiva que prevalece en el contexto de las universidades contemporáneas y las particularidades de la investigación psicoanalítica, con el propósito de enfatizar la controversia que se genera por la inserción del psicoanálisis en el contexto universitario.
- La ciencia, el psicoanálisis y sus campos
La ciencia tiene como objetivo producir conocimiento a partir de la investigación de su objeto de estudio. Para empezar a hablar del objeto de estudio en la ciencia, tenemos que aludir a la cuestión explícita en él cogito cartesiano, a partir del cual se establece un sujeto que piensa y un objeto que puede ser pensado.
- Este dualismo que caracteriza al planteamiento científico expresa la sobrevaloración de la razón – ó mejor dicho la razón como el fundamento de la ciencia -, entendida como aquello mediante lo cual el sujeto puede apropiarse del conocimiento sobre el objeto.
- Esta estructura binaria – sujeto cognoscente-objeto conocido -, se convierte en el problema de la epistemología per se, y en consecuencia deja a la ciencia el encargo de explicar lo conocido sobre el objeto – desde un paradigma ó un método que pretende ser independiente del sujeto -, omitiendo la posibilidad de interpretar que iría implícita si no se excluyera al sujeto de esta relación – entre el objeto y el sujeto – que produce conocimiento.
Por lo tanto apuntamos en primer lugar que la epistemología define – lo cual es una cuestión decisiva en el nacimiento de una ciencia – la constitución del objeto de investigación de la ciencia y que, desde un planteamiento positivista, la ciencia plantea una separación entre el sujeto que investiga y el objeto que es investigado por él, y que a través de este procedimiento se pretende adquirir un conocimiento satisfactoriamente exacto del objeto.
Este planteamiento epistémico hace necesaria una segunda precisión, porque inaugura una necesidad no sentida en otros momentos históricos: la de legitimar el conocimiento. Se torna esencial la necesidad de que todo conocimiento sea científico, y el racionalismo asume una posición imperante desde la cual los saberes que no se construyen bajo los paradigmas de la ciencia son epistemológicamente invalidados.
La paradoja radica en que es a partir de la filosofía – concretamente la epistemología, es decir, desde un saber no científico en el sentido estrictamente positivista -, desde donde la ciencia se legitima y se proclama productora de conocimiento verdadero.
En síntesis, el racionalismo característico del pensamiento moderno bajo el cual se desarrolla la ciencia – con su propuesta metodológica positiva – inclina la balanza hacia el conocimiento como el único saber verdadero, dejando de lado los saberes que no responden a un orden estrictamente racional, pues ya en los desarrollos teóricos de Galileo en los que se sustenta la ciencia moderna en el siglo XVll, se cuestiona la idea de complementariedad sujeto-objeto que había prevalecido hasta entonces y se acepta la reducción de la naturaleza, como lo apunta Gerber (2007, p.17), “a un conjunto de relaciones matemáticas por medio de la construcción de objetos científicos que son elementos desprovistos en sí mismos de significación pero que se combinan entre sí para construir un sistema coherente”.
Actualmente, el conocimiento producto de la investigación positivista, según el pensamiento popperiano, se consigue a partir de la elaboración de hipótesis y teorías que posteriormente son contrastadas con la experiencia, de tal forma que exista la posibilidad de que ésta sea rebatida, esto es, que una teoría se sostiene como tal, en relación y dependencia con el proceso de contrastación de la hipótesis, así como del grado de resistencia a la falsación; entonces, el conocimiento será científico siempre y cuando – después de ser contrastado con la hipótesis- sea susceptible de ser declarado falso o verdadero.
Aún así, en la polémica propia de sus diferentes formas de proceder para obtener conocimiento y saber, ciencia y psicoanálisis caminan juntos; la marca del cientificismo en el psicoanálisis no le es casual, sino que sigue siéndole esencial. Es impensable que el psicoanálisis como práctica y descubrimiento de Freud del inconsciente hubiese tenido lugar antes del nacimiento de la ciencia en el siglo XVII.
Pues, como ha dicho Lacan (1965/2003), el sujeto sobre el cual se habla en psicoanálisis no es otro sino el sujeto de la ciencia. Esta afirmación puede parecer paradojal, pero es uno de los puntos principales de esta relación, sobre la cual nos interrogamos en este artículo.
- Para desarrollar esa interrogante, hagamos una retrospectiva histórica respecto a la noción de sujeto de la ciencia.
- Descartes inaugura la idea del sujeto que es correlato de la ciencia, con el cogito Pienso, luego existo.
- Es decir, un sujeto fundado en el pensamiento, en la conciencia, en el enunciado del sujeto.
La ciencia se ocupa precisamente de los enunciados de los sujetos, sin la enunciación. El sujeto de la ciencia, por lo tanto, se constituye a partir de lo que es rechazado por el ideal de la propia ciencia, esto es, a partir de que el saber inconsciente es rechazado, dejado fuera de la posibilidad de ser conocido o investigado por la ciencia, y más aún, es desde la ciencia que se declara inexistente el saber inconsciente.
Éste es el sujeto de la ciencia: aquél que produce la ciencia y el discurso al respecto de ella y que por lo tanto deja de lado su saber inconsciente sobre sí mismo. Por eso el sujeto de la ciencia es el sujeto que al psicoanálisis le interesa investigar, porque el psicoanálisis se plantea como objeto de investigación lo inconsciente del sujeto.
He aquí la paradoja. Consecuentemente, el psicoanálisis se funda a partir de este rechazo: tener como objeto de investigación el inconsciente no es una cuestión contingente o casual; por el contrario, es esencial para la constitución tanto de la ciencia como del psicoanálisis.
Si no hubiera ciencia no habría psicoanálisis. Uno no existiría sin la otra. No se conjugan, pero tampoco pueden estar apartados. La figura topológica de la banda de Moebius representa muy bien esta imposibilidad de separarlos. La cuestión es que la ciencia rechaza y excluye la dinámica de la verdad planteada desde el sujeto del inconsciente.
El saber del amo, como dijo Lacan (1969-/970/1992), “se produce como un saber completamente autónomo del saber mítico y esto es lo que se llama ciencia” (p.94). Entonces el conocimiento de la ciencia sirve para reprimir lo que habita en el saber mítico, y por lo tanto el saber que encontramos en el inconsciente es completamente extraño al discurso de la ciencia.
- Lacan (1969-1970/1992), en el seminario El Revés del Psicoanálisis, plantea la teoría de los cuatro discursos – para mostrar una estructura en la organización del lenguaje del sujeto en relación con el significante y con el objeto -, en la que sustenta que la posición del sujeto y de estos elementos en la estructura del discurso es lo que determina el tipo de lazos sociales que se establecen.
- Los cuatro discursos que propone Lacan -del amo, universitario, histérico y del analista- se organizan a partir de la posición que guardan entre sí los cuatro elementos que los constituyen, elementos que a su vez pueden ocupar una de las cuatro posiciones posibles en cada estructura discursiva: S1 (significante amo); S2 (el conjunto de los significantes, designado como el saber); $ (sujeto del inconsciente); y el objeto “a”, (objeto-causa del deseo).
- Lacan presenta los discursos a través de un algoritmo y a partir de él propone la formalización del discurso del amo, que a su vez sirve para representar el discurso de la constitución del sujeto psíquico:
En este discurso, la posición donde se encuentra el S1 es la posición del agente, es decir, el que hace que el discurso se articule. El hecho de que el significante S1, que es el significante amo, esté arriba de la barra, arriba del sujeto barrado ($), muestra el prisión del sujeto en el mandato implícito en lo enunciado.
Por lo tanto, en el discurso del amo encontramos la exclusión del sujeto del inconsciente, pues éste está debajo de la barra. La subjetividad está presente en el discurso del amo, pero no tiene ninguna importancia. Por lo tanto, el discurso del amo se sostiene independientemente de la subjetividad de aquel que lo enuncia, el sujeto del inconsciente no está en el discurso manifiesto.
La relevancia del psicoanálisis se acentúa a partir de su propósito de atender lo que la ciencia desatiende por quedar fuera de su interés, es decir, de su replanteamiento de la relación del sujeto con el objeto respecto al saber. Por lo tanto, para el psicoanálisis el saber está planteado como verdad del sujeto, es decir verdad que como saber es un enigma, pues la verdad sólo puede decirse a medias en tanto que es la verdad de un sujeto escindido de su propia conciencia.
Las críticas a la metodología psicoanalítica desde el modelo científico positivista popperiano Es aclarador dejar establecido que la confusión entre los diferentes planteamientos metodológicos ha dado lugar a problematizaciones históricas que no contribuyen al fortalecimiento de los diferentes campos, sino que ahondan el desconcierto entre los mismos.
Ejemplo de esto es el hecho de que la práctica psicoanalítica, y en consecuencia la investigación en este campo, haya sido criticada desde el neopositivismo y desde el falsacionismo con contundencia, pero a partir de críticas basadas en argumentos que muestran incongruencia y que por eso mismo no aportan elementos para desentrañar el verdadero problema sobre la metodología y el objeto de estudio de la ciencia y del psicoanálisis respectivamente.
El propósito de hacer precisiones sobre esas críticas es mostrar que están hechas a partir del presupuesto de que el psicoanálisis se considera a sí mismo como un quehacer científico que implica por lo tanto un método experimental. Como dijeran Nagel y Popper, si así fuera planteado, tendría necesariamente que legitimarse mediante criterios lógicos y epistemológicos; y por lo tanto el psicoanálisis tendría que ser una teoría susceptible de ser confirmada, refutada y sometida a falsación.
La crítica al psicoanálisis planteada en esos términos, según lo citado por Fernández (1999), se produjo en un simposio realizado en Washington en 1958 y está argumentada desde una posición epistemológica verificacionista propia del método crítico de Popper, -método de la refutación o falsación-, y se abrevia en 4 puntos que, según este planteamiento, marcan con claridad que el psicoanálisis no es una ciencia porque; 1) carece de validación empírica, 2) es irrefutable, 3) se invalida a quien la critica con los propios conceptos del psicoanálisis y 4) existe una reificación del inconsciente.
- Estos argumentos efectivamente serían pertinentes para demostrar que el psicoanálisis no es una ciencia siempre y cuando, al interior de su cuerpo teórico, se considerara a sí mismo como tal.
- Al interior del propio discurso del psicoanálisis, el no producir conocimiento científico – y por lo tanto no tener el estatuto de ciencia – no es una carencia o un problema por resolver, porque eso está fuera de su quehacer y de su interés; por el contrario, el ocuparse de lo que queda fuera del interés de la ciencia y es desechado por ella como objeto de estudio es el sustento del psicoanálisis como práctica ética – en calidad de ética del deseo – y no científica, en tanto que su objeto de estudio no se constituye desalojando al sujeto de su relación con el saber producido.
La ciencia y su modelo de investigación positivista (cuantitativa) dejaban de lado, o lo que es peor, desvalorizaba todo aquello que sonara a subjetivo. En los últimos años, la misma ciencia ha replanteado esta posición con la entrada en vigencia de modelos y métodos de investigación más flexibles como los cualitativos, dándole un lugar primordial a lo subjetivo, siendo la subjetividad en este tipo de investigaciones materia de estudio para la ciencia: “La ciencia no es sólo racionalidad, es subjetividad” (González Rey, 2000, p.18).
- El psicoanálisis, como argumenta González Rey (2005) establece una forma de producción de conocimiento que rompe definitivamente con el positivismo metodológico.
- Las proposiciones y categorías desarrolladas por Freud tienen sentido dentro del sistema teórico establecido por él y no son susceptibles de abstracción como objeto de trabajo experimental en términos de variables.
Por lo tanto, la crítica al psicoanálisis por su falta de cientificidad no es un punto nodal, pues está argumentada a partir de dar por cierto que cualquier esfuerzo teórico o de investigación tiene que estar subsumido al método científico; esta crítica es autorreferencial y muestra una digresión de argumentos que la configuran como un planteamiento reduccionista, que se limita a demostrar que algo “no es lo que no es ni le interesa ser”, pues efectivamente el psicoanálisis no es una ciencia positiva ni está en sus fundamentos llegar a serlo.
- Según Sauret (2003) el psicoanálisis pertenece, así como la matemática, a un campo epistemológico específico.
- Su consistenciase legitima a partir que se admita que muchas de las proposiciones que plantea son verdaderas pero que no son demostrables, desvelando la incompletud del sistema.
- Eso se sostiene desde la física quántica que demuestra que no se puede prescindir del sujeto que fabrica la ciencia, y que es necesario tomar en cuenta la presencia del observador en los resultados.
Por lo tanto, el psicoanálisis no es una ciencia positivista ni su objeto de estudio puede ser compatible con el objeto de esa misma ciencia. El objeto de estudio del psicoanálisis es justamente el sujeto de la ciencia, es decir, el sujeto que queda escindido cuando la ciencia lo investiga como organismo y como comportamiento, dejando fuera de las posibilidades de la investigación científica lo que no puede ser sometido a la comprobación empírica.
Para el psicoanálisis, el sujeto y el objeto – que es denominado “objeto a – están separados, y es por su separación y pérdida que el sujeto se constituye como el sujeto dividido, escindido, del que el psicoanálisis se ocupa. El estatuto del sujeto en el psicoanálisis es el de la Spaltung, escisión que el psicoanalista detecta en su praxis cotidiana.
Por lo tanto, la investigación en el psicoanálisis es parte de la práctica clínica del psicoanalista, es decir, que la clínica psicoanalítica es también una intensa actividad de investigación en la que trabajan paciente y analista, y en la que el método está lejos de los cánones y de los objetivos de los planteamientos positivistas de la ciencia contemporánea.
- La investigación psicoanalítica Existen dos modelos de investigación propuestos por la comunidad psicoanalítica y académica que son independientes entre ellos.
- El primero, del que nos ocupamos de describir en ese trabajo, está fundamentado en criterios exclusivamente psicoanalíticos, como es la imposibilidad de separación entre el procedimiento de investigación, el dispositivo y el método de investigación, que exige el estudio de los procesos inconscientes.
Para Freud (1916-17 1976b) las manifestaciones del inconsciente, a saber, los actos fallidos, los sueños y las neurosis son una formación de compromiso que se evidencia cuando estos procesos se producen. Son formaciones de compromiso pues pueden expresar dos cosas al mismo tiempo, incluso completamente contradictorias, y que revelan el lugar del sujeto.
- Lacan (1965/2003), retomando a Freud, precisa que el sujeto es efecto del lenguaje; es decir, que para conservar su condición de sujeto, éste requiere mantenerse como un ser parlante en un lazo social con los otros mediante el efecto de las palabras.
- Este planteamiento de una realidad construida mediante el lenguaje nos acerca al universo del que se ocupa la investigación psicoanalítica de la que nos interesa ocuparnos y que queda claramente diferenciada de la que se expone a continuación.
El segundo modelo es la investigación hecha por psicoanalistas, que utiliza otros métodos que no los propios del psicoanálisis y que tienen como ambición satisfacer criterios científicos exteriores con el objetivo de mantener un intercambio de ideas y pruebas con otras disciplinas acerca de la eficacia terapéutica del psicoanálisis.
En este abordaje se destacan las ideas de Fonagy (2003), ex presidente de la Comisión Permanente de Investigación ( Stading Research Committee ) de la International Psycoanalitical Association (IPA ), quien defiende una sistematización de “nuestros conocimientos de base de tal modo que una integración con la nuevas ciencias de la mente vengan a ser una posibilidad, pero también para comunicar con los otros científicos acerca de nuestros descubrimientos y mostrar que nuestro tratamiento es eficaz” (p.335).
Hay también otras formas de investigación que buscan fundamentos psicoanalíticos para sostener una metodología de revisión de literatura, como es el caso de Bento (2007), que propone una metodología de investigación de la llamada semiología psicoanalítica.
- La investigación psicoanalítica planteada por nosotros en este trabajo sigue la propuesta apuntada por C.
- Botella y S.
- Botella (2003) a la que llaman ” investigación fundamental en el psicoanálisis ” (p.438), y es la investigación que se dedica a profundizar los conocimientos relativos a los fundamentos del psicoanálisis.
Por lo tanto, reiteramos el modelo descrito por Freud (1923 1976c), en el que el tratamiento y la investigación psicoanalítica caminan juntos y uno es consecuencia del otro. Según Freud: “Psicoanálisis es el nombre de: a) un procedimiento para la investigación de los procesos mentales que son inaccesibles por otros medios, b) un método (basado en esta investigación) para el tratamiento de los disturbios neuróticos y c) una colección de informaciones psicológicas obtenidas a lo largo del transcurso y que gradualmente se acumula en una mueva disciplina científica” (p.287).
Por lo tanto, consideramos que el psicoanálisis es un procedimiento de investigación que tiene como objeto de estudio los procesos psíquicos inconscientes originarios de la sesión analítica. El modelo que propuso Freud es el guión de la práctica, y ésta permite reconstruir el modelo que, a su vez, se vincula con algunos conceptos básicos de la teoría psicoanalítica.
Freud (1923 1976c) definió los pilares de la teoría analítica, a saber, el inconsciente, la doctrina de la resistencia y de la represión, la sexualidad infantil y el Complejo de Edipo. Éstos son los fundamentos básicos del psicoanálisis, y alrededor de ellos se suscriben los temas de investigación.
- Es decir, la investigación en psicoanálisis se ubica desde la situación analítica del tratamiento: lo buscado tiene un carácter de perdido y no es evidente incluso al encontrarse, pues lo que se encuentra es algo olvidado.
- En el psicoanálisis, lo olvidado y luego (re)encontrado es lo inconsciente, obtenido a través del método de las asociaciones libres en una sesión en la que el discurso se dirige a un analista que polariza la transferencia.
Según Nogueira (2004), la metodología científica en psicoanálisis se funde con la propia investigación, es decir, que el psicoanálisis en sí mismo es una investigación. Entonces, la investigación psicoanalítica es originaria de la situación psicoanalítica de tratamiento.
- La clínica psicoanalítica se produce a partir de la transferencia establecida entre el paciente y el analista y de un supuesto hipotético, a saber, la existencia de lo inconsciente.
- Freud, a través de la transferencia con sus pacientes, estableció los casos clínicos.
- Esos casos no son apenas un relato de la experiencia, una tentativa de reproducir lo que paso entre él y sus pacientes, sino una construcción teórica mediante la cual da cuenta de lo que subyacía a esas relaciones.
En la construcción de los casos hay dos niveles: el nivel de la descripción y el de la conceptualización. Es lo que ubicamos en el caso Dora; allí, Freud (1905/1976a) fue tejiendo el caso a partir de su relación con ella, lo que ella dijo, la forma en que él intervino y, finalmente, la conceptualización de sus intervenciones y sus pensamientos sobre lo acontecido.
- Por lo tanto, la investigación psicoanalítica se revela como una mostración – no una demostración, ni una comprobación – a posteriori, a partir de la escucha psicoanalítica de los pacientes.
- Mostración que no intenta probar una teoría, sino que es en sí misma la construcción de una teoría.
- Por lo anterior, no es nodal la prueba de la falsación, el saber obtenido en una sesión analítica no es susceptible de ser comparado con una hipótesis porque al interior de la sesión analítica esto carece de sentido y mucho menos tiene sentido probar si el saber obtenido tiene un carácter de falso o verdadero, puesto que es un saber del sujeto sobre sí mismo que se produce en el acto analítico y que no puede ser generalizado en otros contextos o con otros sujetos.
Esta búsqueda por lo velado es llevada a cabo por el analista y el analizado, De este modo podemos hablar de investigación en psicoanálisis, pero en el marco de una investigación que incluye justamente el saber del sujeto del inconsciente. El saber del inconsciente no es buscado como se busca conocer a los objetos de estudio en el planteamiento de las ciencias cartesianas, el inconsciente es encontrado y la forma de hacerlo no se establece siguiendo metodologías positivistas, por lo cual es un saber que no es factible controlar o cuantificar.
El contexto universitario y la investigación psicoanalítica La investigación psicoanalítica, entretanto, no termina al finalizar la sesión o la jornada del psicoanalista, pues dicha investigación implica también la formación del analista, su propio análisis personal, y la supervisión y el estudio sistemático de la teoría psicoanalítica.
Estas investigaciones psicoanalíticas, hoy en día, ocurren en la universidad. El punto crítico es que dentro de la universidad la actividad de investigación cobra otro sentido y requiere irremediablemente una formalización que le otorgue un carácter académico.
La posición más simple podría ser negarse a la formalización para no contravenir o desviar el interés del psicoanálisis; sin embargo, la formalización de la investigación psicoanalítica no la invalida, siempre y cuando no se pretenda traducirla a un lenguaje de demostración formal y comprobatoria o de descripción de eventos que han de hacerse corresponder a una hipótesis o comprobación teórica.
La formalización de la investigación psicoanalítica surge como una construcción del clínico a posteriori de su trabajo, y se concreta en la escritura que el analista puede producir en términos de textos a partir de su práctica de escucha del inconsciente.
- Por lo tanto, así como lo hizo Freud, en la investigación psicoanalítica se trata de la investigación y la construcción de una teoría para explicar las descripciones de la clínica psicoanalítica.
- En nuestros días ya tenemos un conjunto teórico conceptual para sostener la relación analítica.
- Eso es universal, puede ser aplicado a cualquier ser hablante.
Sin embargo invitamos al paciente a asociar libremente, y la forma en que lo haga tendrá un carácter singular, por lo tanto no sabemos de antemano cómo el sujeto va a plantear sus hallazgos. Entonces, en la formalización, en la construcción del caso clínico buscamos lo que pasa por la mediación del lenguaje del analista, es decir, como lo que pasó por el lenguaje de Freud y que le permitió construir un cuerpo de conceptos universales a partir de la experiencia singular.
Aún así, entre la clínica psicoanalítica y la universidad existe todavía una larga distancia, que normalmente es recorrida a través de los protocolos universitarios; podemos citar como ejemplo la circunstancia de que sea requisito un proyecto de investigación presentado por el candidato para ingresar en un programa de maestría ó doctorado.
La elección de un tema de investigación es un primer paso, que sin duda debe partir de la clínica, pero que debe ser formulado como un enigma a develarse. El problema de la investigación es un enigma que el investigador plantea desde su práctica clínica, es un enigma para el investigador, y no coincide necesariamente con los cuestionamientos que se hace el paciente en la situación del tratamiento.
- Por lo tanto, la formulación de un problema de investigación en el ámbito de la universidad surge a partir de una situación clínica que produce interrogantes con relación a su manejo o a su manifestación, y que por lo tanto se constituye como una situación problemática para el investigador, es decir, para el clínico, y se insiste en que no coincide con lo que el paciente se pregunta o se cuestiona como verdad respecto a sí mismo a partir de su malestar.
- Retomando el tema de la formalidad de los productos de investigación en psicoanálisis, es importante apuntar que es un asunto que con cierta frecuencia se descuida, al creer que el no seguir una metodología positivista es sinónimo de falta de rigor.
- La escritura de una tesis que esté soportada por la experiencia clínica desde el psicoanálisis debe incluir, en primer lugar, la sustentación teórica que otorgue condiciones de posibilidad para mostrar lo que de la práctica clínica se haya elegido como eje de la investigación, para, en un segundo momento, mostrar el material clínico no como el dato empírico que ha de compararse con la teoría expuesta en el marco teórico, sino como el material que la transferencia hizo posible que sugiera como lenguaje y del cual el investigador podrá dar cuenta como una construcción teórica.
- Consideraciones Finales
Desde este planteamiento podemos mostrar la importancia de hacer una diferenciación entre investigación científica e investigación en psicoanálisis. Se trata de apuntar las distintas postulaciones epistemológicas y metodologías que componen los campos diferentes en los que se pretenden diferentes objetivos, se tienen diferentes fines y se utilizan diferentes métodos, lo que sí se puede postular es que ambas actividades investigativas tienen posibilidades de realizarse con el rigor que sus propias metodologías acotan.
- La investigación psicoanalítica se justifica siempre que se considere que además de los fenómenos del comportamiento humano hay formaciones del inconsciente.
- Para la investigación de estas formaciones no hay otro método que el propio del psicoanálisis.
- Por lo tanto, el método de investigación en el psicoanálisis ocurre en el tratamiento del paciente a través de las condiciones que son exigidas para que un tratamiento psicoanalítico se lleve a cabo.
La transferencia es la condición si ne qua non para que un tratamiento psicoanalítico ocurra, con la consecuente investigación de los procesos inconscientes. La formalización de la investigación surge a posteriori del tratamiento psicoanalítico como una construcción del analista/investigador.
- Recibido el: 14/11/2008
- Versión final re-apresentada el: 15/3/2010
- Aprobado el: 25/5/2010
: Investigación psicoanalítica en la universidad
¿Cuál es el objetivo del psicoanálisis?
Por lo tanto, el objetivo del psicoanálisis es investigar aquellos contenidos psicológicos que, permaneciendo en una etapa inconsciente, afectan el comportamiento y la personalidad de los sujetos, lo que se manifiesta en forma de ansiedades, sueños y lapsos.
¿Qué estudia el psicoanálisis de Freud?
Psicoanálisis
El Psicoanálisis y las nuevas formulaciones psicoanalíticas: la búsqueda de la causa inconsciente de la conducta. El psicoanálisis es una teoría desde la que se consideró que la historia del individuo, sobre todo los primeros años, es esencial para comprender el funcionamiento adulto. Para Freud el psicoanálisis no constituye una búsqueda científica imparcial, sino que es un acto terapéutico cuyo objetivo es modificar el comportamiento. Posteriormente añadió que la elaboración y extensión de la teoría hace que el psicoanálisis sea, además de una técnica terapéutica y de una teoría auxiliar de la patología, una teoría del psiquismo humano.
El carácter general de la teoría lo reafirmó cuando insistió en la identidad de los contenidos psíquicos de los individuos neuróticos y sanos: los primeros fracasan donde los segundos consiguen resolver los conflictos. Autores como Moscovici (1961) han señalado que visión del ser humano propuesta por el psicoanálisis forma parte de las representaciones mentales de las personas.
La teoría psicoanalítica basa su información en tres fuentes de información: la observación directa, los recuerdos infantiles y las interpretaciones. Sin embargo, la observación no era suficiente pues chocaba con la actitud que los adultos tenían respecto a la sexualidad infantil, por esto Freud no comunicó jamás sus observaciones sobre el comportamiento infantil, a excepción del juego de la bobina de su nieto y de las observaciones procedentes del análisis del pequeño Hans. El niño de la teoría psicoanalítica era una elaboración teórica basada en las interpretaciones que hace el psicoanalista de los recuerdos infantiles; es reconstrucción más que construcción, lo que plantea numerosos problemas de validez. Esta situación cambió con los trabajos de autores como A.
Freud, Hartmann, Winnicott, Kris, Erikson, Spitz o Mahler que introdujeron la observación directa como método para validar, corregir o completar las reconstrucciones de la teoría psicoanalítica. Al analizar la concepción del desarrollo de Freud hay autores, como Zukier (1985), que afirman que no hay un concepto del desarrollo en él salvo la compulsión a la repetición; sin embargo, hay otros, como Morss (1996) que señalan que Freud rompe con un desarrollismo uniforme.
A pesar de planteamientos como los de Zukier, podemos establecer algunas tendencias generales en la evolución del individuo tal y como lo concibió Freud:
La sucesión de las fases del desarrollo de la sexualidad tiene una base biológica, pero existen múltiples maneras de resolver los conflictos presentes, tanto las pulsiones del Yo (autoconservación) como diferentes factores externos pueden jugar un papel decisivo. Estas fases son cualitativamente diferentes, es decir, no presentan semejanza alguna. La evolución normal puede dar lugar a desvíos, dominados por dos mecanismos fundamentales, por un lado la fijación de la libido en fases u objetos anteriores en el desarrollo, y por otro la regresión o tendencia a volver a las fases no superadas. Los conflictos entre las pulsiones y el Yo constituyen un factor dinámico de gran importancia tanto en el desarrollo normal como en las desviaciones patológicas; es la manera de resolverlos lo que determina una u otra dirección. El proceso de individuación es una larga evolución que va desde una indiferenciación primitiva, en la que no hay represión diferenciada ni separación entre acción y percepción (narcisismo primario), a un estado de diferenciación progresiva (narcisismo secundario) que desemboca en la elección objetal.
Además, en la concepción del desarrollo de la teoría psicoanalítica hay dos conceptos que juegan un papel central: la represión y el conflicto psíquico. La represión es el proceso que tiene lugar cuando una pulsión (de naturaleza sexual o agresiva) se enfrenta a resistencias del individuo que la privan de su satisfacción por considerarla peligrosa.
Esta pulsión, con sus aspectos emocionales, perceptivos y representativos, permanece en el inconsciente y es olvidada. El proceso de oposición entre pulsión y resistencias se traduce en un conflicto en el que interviene la conciencia. En el caso normal se resuelve del conflicto cuando la pulsión es apartada y su energía eliminada, pero en otros casos el Yo reprime el conflicto impidiéndole su realización, la emoción reprimida que acompaña la pulsión guarda su fuerza energética y el Yo tiene que luchar de manera permanente contra ella; el elemento reprimido, que se ha vuelto inconsciente puede buscar soluciones para su realización que darán lugar a los síntomas neuróticos.
Por otro lado, con respecto al desarrollo sexual, Freud propuso que cualquier individuo atraviesa una serie de fases en su desarrollo sexual, cada fase se caracteriza por una zona erógena, zona del cuerpo que produce la satisfacción de la libido) y el desplazamiento de estas zonas dominantes conlleva la sucesión de una fase a otra.
- Cada fase se caracteriza por un tipo de relaciones objetales y de mecanismos psíquicos que nos indican la evolución de la personalidad del individuo y de su socialización progresiva.
- Estas fases reciben el nombre de oral, anal, fálica, de latencia y genital.
- Para entender el concepto de sexualidad de Freud hay que entender que él la consideró en un sentido amplio, de manera que, como indicó en su libro Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad, la sexualidad es una función corporal que persigue la obtención de placer y que no se halla reducida a los órganos genitales, por esto consideró que los bebés nacen con necesidades sexuales.
Esta idea de considerar la infancia como la sede de complejas pulsiones sexuales chocó con la imagen de la imagen de la infancia considerada como un periodo de inocencia y armonía (Martí, 1991), La teoría psicoanalítica ha sido enjuiciada resaltando los aspectos positivos y negativos.
Las dificultades admitidas por Freud para explicar los deseos y el desarrollo mental de las mujeres (como confesó al final de su vida consideraba particularmente difícil de entender el desarrollo psicológico de las niñas). El autor relacionó de una manera arbitraria la masculinidad y la feminidad con la actividad y la pasividad, además consideró que tanto varones como mujeres eran bisexuales, sin embargo, la tendencia general en su pensamiento era considerar a las mujeres como más pasivas y menos capaces que los hombres, tanto desde una perspectiva intelectual como moral. Para Bradley, Freud describe la sexualidad infantil basándose en el desarrollo del niño varón; el control paterno del hijo se reafirma a partir de la comprensión del hijo de que el padre es capaz de castrarlo y el niño cree que esto es posible porque como las niñas carecen de pene ya han sido castradas; en esta descripción del género, la niña va a rivalizar con el padre por la posesión sexual de la madre, pero las diferencias anatómicas le obligan a darse cuenta que ya ha sido castrada, por lo que se enfrenta a la madre por no haberle dado un pene y se vuelve hacia el padre para que le de uno. La represión de la niña de su deseo de tener relaciones con su padre es menos fuerte que en el niño ya que la niña no tiene nada que perder, al tener menos incentivo para identificarse con el padre carece de un superyo fuerte y como resultado tiene un menor sentido de la moralidad y la justicia y es menos capaz de pensar objetivamente. Los defectos en los datos de la observación y en el apoyo lógico a la teoría freudiana de las pulsiones. Como señaló M. Klein (1928) el complejo de Edipo tiene lugar mucho antes de lo que Freud había pensado, incluso durante el primer o segundo año de vida. Las dudas acerca de la relación causal entre los relatos de los pacientes sobre su infancia y sus neurosis. Ya Freud en 1897 había sospechado que las descripciones de los adultos de sus sentimientos infantiles podrían tener más que ver con sus propios deseos y preocupaciones actuales que con lo que realmente había sucedido en el pasado. Además de estas críticas, también se le ha criticado al psicoanálisis la tendencia hacia la normalización, es decir, la prescripción normativa de formas particulares de relación o modelos de cambio. Por último, también se ha tildado de no ser científica y no preocuparse por la verificación de hipótesis.
Como autores más significativos, además de S. Freud, dentro de esta teoría destacamos: Lacan, Erikson, Klein, Mahler y Winnicott. En primer lugar, Lacan en el artículo titulado: el estadio del espejo como formador de la función del yo, tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica, nos explica como cambian y maduran los bebés, describiéndolos como psíquicamente fragmentados.
- El recién nacido tiene un conocimiento mínimo del yo, hay una falta clara de los límites entre su propio cuerpo y el mundo, y este cuerpo es experimentado como fragmentado y anárquico.
- La etapa del espejo aparece durante el primer año de vida, la experiencia del bebé de verse en un espejo es un paso evolutivo crucial; el reflejarse es en algún sentido reconocido como siendo el yo, pero también es reconocido como siendo otra cosa que el yo.
Además para este autor el lenguaje se conexiona con el género, la entrada en el mundo del lenguaje (mundo simbólico) es también una entrada a un mundo dividido en el género de los sujetos. En segundo lugar, Erikson con su teoría epigenética estudió el papel de la realidad social, centrándose en la relación del Yo con las exigencias sociales y culturales y la evolución a lo largo de todo el ciclo vital (de la infancia a la senectud).
El desarrollo lo describió en una sucesión de ocho estadios cada uno caracterizado por dos polos opuestos que muestran las nuevas capacidades y necesidades del Yo en respuesta a ciertas demandas sociales. Los estadios se caracterizan por un sentimiento de crisis que puede ser vivido como un conflicto entre tendencias opuestas.
Terapia Gestalt: definición, objetivos y cómo funciona | R&A Psicólogos
Los estadios son los siguientes:
Confianza elemental vs. desconfianza. Autonomía vs. vergüenza y duda. Iniciativa vs. culpa. Laboriosidad vs. inferioridad. Identidad vs. confusión de identidad. Intimidad vs. aislamiento. Generatividad vs. estancamiento. 8. Integridad vs. desesperación.
Por último, indicó que cada sociedad satisface cada fase del desarrollo de sus miembros por medio de instituciones específicas (cuidados parentales, escuela, maestros, ocupaciones, etc.). En tercer lugar, señaló que es necesario examinar el mundo interior del individuo a través de los objetos interiores, fantasmas y mecanismos de defensa.
Existen dos posiciones que definen las relaciones de objeto, no son fases sino formas de funcionamiento psíquico: la posición esquizoparanoide y la posición depresiva. En la primera, que se corresponde con el primer trimestre de vida aunque puede persistir o resurgir en otras fases de la vida, el individuo se relaciona con objetos parciales, siendo el pecho materno el principal para el lactante.
En la segunda, en la que se toma conciencia del objeto total y único (la madre), se inicia en el individuo el sentido de la realidad, la comunicación con los demás o la capacidad para la identificación con el otro. Por su parte, Mahler, cuyas ideas provienen de las observaciones directas de niños y niñas normales y psicóticos (autistas), señaló que la evolución de la relación objetal se lleva a cabo en tres fases.
La primera fase es la denominada autística, durante las dos primeras semanas de vida, y en ella no se hace distinción entre uno y los demás. En el segundo mes comienza la fase simbiótica en la que el bebé, confusamente, se hace consciente del hecho de que la reducción de sus tensiones viene del exterior, en tanto que la tensión se origina en él.
La tercera etapa llamada reacercamiento, hasta el final del segundo año, se caracteriza por un claro conflicto entre el movimiento que empuja al sujeto a la exploración del mundo y la creciente atención que demanda a su madre. Y por último, para Winnicott habría esencialmente dos estadios: el de la dependencia absoluta, cuyo fin es que el proceso de desarrollo no sea turbado y el de la dependencia relativa en el que el lactante comienza a ser consciente de su dependencia.
¿Qué estudia el psicoanálisis ejemplos?
Psicoanálisis: definición y elementos – El psicoanálisis se puede definir como una teoría de análisis clínico que analiza el inconsciente de las personas para tratar de entender comportamientos, sentimientos y formas de pensar, Además, como decíamos anteriormente, el psicoanálisis es un método de y un tratamiento.
El método para explorar los procesos mentales inconscientes de la persona.La técnica para tratar enfermedades mentales.Las teorías que se derivan de la aplicación de los dos puntos anteriores.
El psicoanálisis parte de la base de que nuestros comportamientos, forma de expresarnos, sentimientos, recuerdos y voluntades tienen una relación directa con procesos de nuestra mente que no se regulan de forma lógica porque nacen en el inconsciente.
¿Cuál es el principal aporte del psicoanálisis a la psicología?
ARTIGO ORIGINAL DOI: 10.11606/issn.1806-6976.v10i3p126-134 Aportes de la teoría psicoanalítica para la comprensión de la toxicomanía Angela María Castaño-Peñuela I ; Marlene Fagundes Carvalho Gonçalves II I MSc, Profesor, Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, Colombia II PhD, Profesor Doctor, Escola de Enfermagem de Ribeirão Preto, Universidade de São Paulo, Centro Colaborador de la OMS para el Desarrollo de la Investigación en Enfermería, Ribeirão Preto, SP, Brasil RESUMEN Se trata de una discusión teórica desde la investigación cualitativa, sustentada en un análisis de la producción teórica que se ha elaborado en el interior de algunas de las propuestas de intervención en la clínica de las toxicomanías, tomando como punto de análisis algunas categorías formuladas desde la teoría psicoanalítica.
- Se pretenden introducir contribuciones desde el psicoanálisis que permitan cuestionar los abordajes que se le ha venido dando al fenómeno y establecer alguna tentativa novedosa de intervención para las toxicomanías.
- El trabajo es una apuesta por restituir al sujeto en el campo de la intervención, actualmente centrada en el objeto droga.
Esta apuesta por el sujeto permite establecer una reflexión a propósito del deseo que se organiza en la adicción y posibilita pensar sobre los modos de satisfacción. Descriptores: Trastornos Relacionados con Sustancias; Psicoanálisis; Inconsciente (Psicología) Introducción Los abordajes que se han ocupado de intervenir sobre el fenómeno de la adicción a sustancias psicoactivas, pueden ser clasificados básicamente en dos grupos: el enfoque prohibicionista cuya premisa fundamental es la erradicación del consumo, para lo cual organizan propuestas terapéuticas dirigidas a suprimir la droga, curar y rehabilitar al enfermo; y el enfoque de reducción del daño, que ha surgido de manera reciente como una propuesta política que apunta a disminuir los daños asociados al consumo de sustancias, como la propagación del VIH por el intercambio de jeringas, la pérdida del empleo o la deserción escolar, entre otros, y su objetivo fundamental no es que el consumidor alcance la abstinencia.
- Lo que resulta llamativo es que ambos enfoques se encuentran centrados en la droga y anulan al sujeto de su campo de intervención, así como también el hecho de que en la actualidad parecen no ser efectivas las formas como se ha venido atendiendo el fenómeno.
- En esa media, ¿qué puede aportar el psicoanálisis para la comprensión de la adicción y para la clínica de las toxicomanías? El fenómeno de las toxicomanías no ha sido ajeno al movimiento psicoanalítico que se ha ocupado de teorizar, a partir de la clínica, algunos aspectos que permitan dar cuenta de su etiología y ha elaborado algunas posturas sobre un posible abordaje clínico.
Hasta el momento no hay un consenso en el marco del psicoanálisis que permita dar cuenta de este fenómeno, si es que se trata de un síntoma, de una forma del malestar, de un pasaje al acto, de una manifestación de la pulsión de muerte o si existe alguna estructura clínica en la que se privilegie la toxicomanía como en la perversión, en la psicosis o en la neurosis.
- Sin embargo, desde el recorrido que ya tiene el psicoanálisis frente al tema, es posible introducir algunas nociones y categorías que contribuyan a la comprensión de la toxicomanía y a la forma en la que se ha venido abordado el fenómeno.
- Ahora bien, cuando se habla de psicoanálisis, es difícil e inconveniente dejar por fuera los planteamientos teóricos de quien fue su inventor.
En esa medida, se van a introducir algunos elementos planteados por Sigmund Freud sobre la “intoxicación” y a analizar los aportes que contribuyan al estudio de los enfoques desde los cuales se ha venido abordando el fenómeno. De igual manera, siguiendo el desarrollo histórico del psicoanálisis desde una de sus corrientes, la apuesta es por trabajar algunas novedades que han sido introducidas de manera reciente por algunos autores de corte lacaniana 1,
- Los aportes de Freud sobre la intoxicación En la prehistoria del psicoanálisis resalta el trabajo elaborado por Freud a propósito de los efectos del cloruro de cocaína, en el que se puede ver su interés médico y personal por esta sustancia.
- Freud efectuó una serie de experimentos con la cocaína, introduciéndola sobre su propia persona, lo que le permitió el desarrollo de una serie de teorías.
Esta proximidad con el alucinógeno ocasionó como resultado que le otorgara un lugar privilegiado a la cocaína, asunto que se destaca en su particular forma de referirse a la sustancia. Se pueden entonces resaltar algunos apartados de su texto titulado “Über Coca” (1) de 1884, texto en el que recoge sus reflexiones acerca de esta experiencia y desde donde se pretenden destacar de manera particular la dimensión extraordinaria que Freud le adiciona al objeto coca.
- En el texto citado, Freud presenta un trabajo a propósito del cloruro de cocaína en el que destaca la historia del tóxico, sus efectos medicinales, sus propiedades anestésicas, sus efectos sobre animales y las “bondades” que este ofrece para elevar la fuerza de trabajo en los sujetos.
- En su desarrollo presenta al cloruro de cocaína como un objeto digno de acaparar su atención y describe sus efectos con gran fascinación y animación, lo que hace pensar que privilegia su consumo desde un gran beneficio que le concede al narcótico.
Freud sostiene una creencia en una acción mágica de este objeto y se evidencia que “El interés personal de Freud por dicha droga, transmite entusiasmo, euforia e ilusión en sus poderes resolutivos para todo mal que aqueje.” (2) Esta es una observación que vale la pena resaltar en tanto que marca el punto de partida de la percepción de Freud sobre las sustancias psicoactivas, vistas estas como objetos grandiosos productores de diversas sensaciones encantadoras, además de ser una poderosa medicina capaz de resolver las más enigmáticas condiciones.
Jean Allouch (3) propone que el contexto explicativo en el que se enmarca este trabajo inicial de Freud es en el modelo médico traumático sobre el cual era sostenido todo el trabajo médico durante esa época. Este modelo propone que a cada afección corresponde la existencia de una lesión en algún órgano que permita establecer su causa, así este órgano no haya sido identificado plenamente.
Así para las enfermedades llamadas en esa época enfermedades nerviosas, se suponía una lesión por ejemplo en el órgano del cerebro. Contextualizado en este modelo, Freud suponía que la cocaína tenía un efecto sobre la supuesta lesión causa del trastorno.
Es así como describe en “Über Coca”, las propiedades medicinales de la cocaína para un diverso número de afecciones que aún no tenían una explicación traumática establecida, como en el caso de la histeria, la melancolía, la inhibición y la hipocondría, entre otras. Para Freud, la cocaína funcionaba como un poderoso medicamento capaz de contrarrestar diversas enfermedades, cualidad que establecía a la cocaína en un lugar de superioridad respecto a las demás medicinas, en la medida en que sólo era necesaria la administración de cocaína para curarlas a todas ellas.
En esa misma vía, Freud planteó que lejos de producir la cocaína una adicción, podía ser utilizada como un medicamento para suprimir la dependencia a la morfina o el alcohol, suministrada ella en pequeñas dosis. “Me parece digno de destacar -y esto lo descubrí en mí mismo y en otros observadores capaces de juzgar tales aspectos- que ni una primera dosis ni una serie repetida de dosis de coca producen un deseo incontenible de volver a utilizar el estimulante; por el contrario, lo que se siente es cierta aversión inmotivada contra la sustancia.” (1) Desde el inicio de su acercamiento al cloruro de cocaína, Freud no le otorga a la sustancia la capacidad de generar adicción, pero si se muestra deslumbrado por las facultades que de ella procura.
- Freud describe ampliamente los efectos de la cocaína sobre el cuerpo humano, de los cuales sólo se resaltarán algunos para el análisis que acá se propone.
- Argumenta que el cloruro de cocaína en dosis de 0,05 a 0,10 miligramos produce una sensación de optimismo que no presenta ninguna diferencia con la euforia normal de una persona sin haber consumido y la explicación que favorece para este fenómeno es que no hay un estímulo directo de la coca sobre el cuerpo en la manifestación de la euforia, sino que esta permite que desaparezcan los elementos causa de la depresión que impide su expresión.
Más interesante aún es el papel antagónico que le otorga al tóxico: “Durante esta fase de los efectos de la cocaína, que no se distingue por nada más, aparecen los síntomas que han sido generalmente descritos como el maravilloso poder estimulante de la coca.
Es entonces cuando es posible realizar prolongados trabajos intensos, tanto mentales como físicos, sin sentir fatiga. Es como si la necesidad de comer y dormir, que sin la coca se hacen sentir de forma perentoria en determinados momentos del día, quedara completamente eliminada. Mientas duran los efectos de la cocaína, si uno lo desea puede comer copiosamente y sin asco; pero se tiene la clara sensación de que la comida es innecesaria.
Del mismo modo, cuando el efecto de la coca empieza a decaer, nada le impide a uno dormirse, pero también resulta posible suprimir el sueño sin que se produzcan consecuencias desagradables” (1) Un aspecto a resaltar es la manera de referirse a los efectos de la droga como el maravilloso poder estimulante que tiene la facultad de permitir y no permitir al mismo tiempo: se puede comer y no comer, dormir y no dormir, descrito este aspecto por Allouch como la inexistencia del límite en el consumo.
- En la misma vía, la cocaína se presenta como aquello que excluye la imposibilidad, la que evita que sobrevenga el desfallecimiento, planteada así desde un lugar imaginario que le otorga al sujeto aquello que le hace falta.
- Freud describe a la cocaína como un objeto con características superiores que harían de él un objeto de fascinación amorosa.
De lo que se trata entonces, es del sentido que el sujeto le otorga a la sustancia, para convertirla imaginariamente en un poderoso objeto capaz de crear la ilusión de no necesitar nada más. Visto así el fenómeno, la adicción no sería una enfermedad crónica, sino un sistema de relación del sujeto con un objeto construido imaginariamente, organizado desde un sentido que el sujeto le confiere al tóxico.
Lo que se concluye entonces de este episodio sobre la cocaína que presenta Freud en la prehistoria del psicoanálisis, es que la sustancia vista como un objeto poderoso es una construcción imaginaria; se trata de una ilusión fabricada por el sentido que le otorga el sujeto al narcótico y el lugar que le autoriza tanto en su economía psíquica como en su deseo.
Ahora bien, las reflexiones de Freud sobre el tema de la intoxicación no se detienen en esta prehistoria del psicoanálisis, sino que se siguen consolidando a lo largo de su obra. Vale la pena destacar que al igual que en “Über Coca”, la aproximación a las sustancias psicoactivas es en el plano del consumo, por ahora no de la adicción.
Freud dedica varias obras para pensar la relación del sujeto con la cultura y las consecuencias que de esta relación pueden deducirse. Ciertamente, Freud afirma que en los padecimientos del sujeto existe una doble determinación: lo inconsciente y la cultura. Esta doble determinación agrega un elemento importante para la discusión que en este texto se sostiene, ya que adicional a la particularidad del sujeto, también juega un papel importante el aporte de la cultura desde donde el sujeto construye su padecimiento en relación con las posibilidades que ésta ofrece.
Uno de los textos célebres de Freud en el que piensa la civilización y sus consecuencias es “El Malestar en la cultura” (1930 ), donde adicionalmente recoge una reflexión sobre el papel de la intoxicación para el sujeto, reflexión que implica grandes alcances y aportes.
- En el texto, Freud sostiene que la finalidad de la vida es la búsqueda de la felicidad la cual se presenta organizada desde dos aspectos: por un lado la ausencia del dolor y del displacer, y por otra parte el vivenciar intensos sentimientos de placer.
- Pero argumenta que de manera desafortunada, la felicidad es una conquista irrealizable puesto que su programa entra en discordia con el mundo entero, tanto con el macrocosmos, como con el microcosmos.
Frente a estas palabras tan contundentes, Freud agrega que la felicidad es simplemente posible como un fenómeno episódico. Pero, ¿por qué argumenta Freud que la permanencia de la felicidad es imposible?, puesto que identifica tres fuentes de sufrimiento siempre presentes en la vida de los seres humanos: “Desde tres lados amenaza el sufrimiento; desde el cuerpo propio, que, destinado a la ruina y la disolución, no puede prescindir del dolor y la angustia como señales de alarma; desde el mundo exterior, que puede abatir sus furias sobre nosotros con fuerzas enormemente potentes, despiadadas y destructoras; por fin, desde los vínculos con otros seres humanos.
Al padecer que viene de esta fuente lo sentimos tal vez más doloroso que a cualquier otro;” (4) Frente a esas tres fuentes de sufrimiento, el ser humano busca la manera de sobrellevar estos padecimientos. “La vida, como nos es impuesta, resulta gravosa: nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles.
Para soportarla, no podemos prescindir de calmantes. () Los hay, quizá, de tres clases: poderosas distracciones, que nos hagan valorar en poco nuestra miseria; satisfacciones sustitutivas, que la reduzcan, y sustancias embriagadoras que nos vuelvan insensibles a ellas.” (4) Aparece acá una primera referencia de Freud a propósito de las sustancias que influyen sobre el cuerpo y alteran su química, vistas estas como una alternativa para sobrellevar lo gravoso de la vida y catalogadas como un calmante.
De lo que se trata es de una salida para sobrellevar el malestar inherente a la vida y al lazo social. Siguiendo por esta vía de la intoxicación, Freud avanza en su desarrollo. “los métodos más interesantes de precaver el sufrimiento son los que procuran influir sobre el propio organismo. Es que al fin todo sufrimiento es sólo una sensación, no subsiste sino mientras lo sentimos, y sólo lo sentimos a consecuencia de ciertos dispositivos de nuestro organismo.
El método más tosco, pero también el más eficaz, para obtener ese influjo es el químico: la intoxicación. No creo que nadie haya penetrado su mecanismo, pero el hecho es que existen sustancias extrañas al cuerpo cuya presencia en la sangre y los tejidos nos procura sensaciones directamente placenteras, pero a la vez alteran de tal modo las condiciones de nuestra vida sensitiva que nos vuelven incapaces de recibir mociones de displacer.” (4),
- Es importante destacar que Freud había planteado la felicidad en dos vías: el sentir placer y el evitar el displacer, razón por la cual Freud le otorga un valor privilegiado al tóxico en la búsqueda de la felicidad puesto que éste es capaz de cumplir con los dos objetivos que le subyacen.
- Freud continúa con su desarrollo: “Lo que se consigue mediante las sustancias embriagadoras en la lucha por la felicidad y por el alejamiento de la miseria es apreciado como un bien tan grande que individuos y aun pueblos enteros les han asignado una posición fija en su economía libidinosa.
No sólo se les debe la ganancia inmediata de placer, sino una cuota de independencia, ardientemente anhelada, respecto del mundo exterior. Bien se sabe que con ayuda de los “quitapenas” es posible sustraerse en cualquier momento de la presión de la realidad y refugiarse en un mundo propio, que ofrece mejores condiciones de sensación.
Es notorio que esa propiedad de los medios embriagadores determina justamente su carácter peligroso y dañino.” (4) De esta reflexión de Freud se pueden derivar algunas consecuencias. Se había manifestado previamente que Freud le otorgaba al lazo social la cualidad de ser productor de sufrimiento y ahora manifiesta que el tóxico le ofrece al ser humano la capacidad de independencia.
Esto es algo fundamental en la medida en que se plantea que por medio del tóxico existe la capacidad de escapar de los sufrimientos de la realidad, y ya Freud también había dicho que una de las maneras de sobrellevar el sufrimiento es volverse eremita.
Aún más interesante es el doble sentido que le otorga Freud al tóxico: por un lado es el remedio para soportar el malestar que proviene de las tres fuentes de sufrimiento, pero también este remedio puede convertirse en un veneno para el sujeto que consume. De esta manera, es presentado el tóxico como remedio y veneno y es por esto que algunos autores le otorgan el nombre de Farmakón ( 2 ) para dar cuenta de aquella sustancia que encierra su propio contrario (5),
Ahora bien, adicionalmente Freud presenta una pequeña reflexión en la que argumenta que en nuestro cuerpo debe existir alguna sustancia que provoque un efecto parecido al de la droga administrada sobre el cuerpo, puesto que se conoce de un estado en el que el sujeto sostiene el comportamiento de alguien embriagado sin que se haya introducido algún tóxico, y este es el estado de manía 3,
Esta idea de Freud también permite dar cuenta del por qué desde el psicoanálisis se habla de toxicomanía y no de drogodependencia, farmacodependencia, drogadicción, etc., puesto que de lo que se trata es de describir un estado de manía provocado por la introducción de un tóxico, en donde además se manifiesta una preocupación caprichosa por acceder a dicho tóxico.
Tras la revisión de estas dos obras de Freud, se puede ahora cotejar una con la otra en la vía de extraer las tesis centrales que en ellas se sostienen para dar cuenta de qué ocurre con el sujeto del consumo. En primera instancia se resalta que en ambos textos Freud puntualiza dos estados emocionales en el sujeto a los que atribuye un proceso corporal intrínseco que va más allá de la introducción de la droga: la Euforia y la Manía.
- De manera precisa Freud argumenta en ambos textos que estos estados son sentidos sin necesidad de la sustancia tóxica.
- Freud trata la intoxicación en dos facetas distintas en cada texto, facetas que pueden estar relacionadas entre sí.
- En “Über coca” se trata es de un problema con el deseo.
- La sustancia es presentada como un objeto supremo que le ofrece al sujeto la posibilidad de no necesitar nada más.
Con la droga se puede prescindir de comer, de dormir, del afecto, de la compañía, del trabajo, del descanso, etc., puesto que ésta queda ubicada en el lugar de aquel objeto total que el sujeto requiere para sentirse feliz. Una vez se posee este objeto preciado no se desea nada más.
En cuanto a “El malestar en la cultura”, se manifiesta a través del tóxico una salida al dolor, al sufrimiento que trae la vida. El objeto droga ofrece la felicidad. Entonces se presenta aquí la abolición del deseo vía la ilusión de estar completo, y el tratamiento sobre el dolor vía la satisfacción. Es importante destacar que si bien Freud le confiere al tóxico un papel importante, lo que está en juego en cada uno de los textos es la noción de sujeto, y la droga es puesta en escena simplemente como un medio para obtener la suspensión del deseo y alcanzar la satisfacción.
Algunas categorías de análisis para la comprensión del fenómeno Sujeto Uno de los aportes que ha introducido el psicoanálisis es la noción de sujeto. Este concepto acuñado por el psicoanalista francés Jacques Lacan, da cuenta de la determinación inconsciente que rige la vida de los seres humanos.
Esta determinación inconsciente es organizada desde los primeros años de vida del niño, por lo cual, se está sujeto a la propia historia y a la historia de los antecesores. Al decir que se está determinado por el inconsciente, es un equívoco pensar que el psicoanálisis intenta evadir al sujeto de la responsabilidad de sus actos, todo lo contrario, el psicoanálisis plantea que el sujeto está en juego en absolutamente todos los acontecimientos de su vida, y está en juego de una manera que da la apariencia de ser ajena.
Ya le decía Freud a su célebre paciente Dora (7) : ¿qué tiene que ver con aquello de lo que se queja?, situando de esta manera su responsabilidad subjetiva. Esto es algo fundamental para la comprensión del tema que se está abordando, puesto que esta introducción de la noción de sujeto implica el paso de considerar al “paciente” en un lugar pasivo, para ubicarlo en un lugar activo.
En el caso de la toxicomanía, no se trata entonces de una víctima de las drogas, sino de un sujeto activo que por alguna razón construyó una relación muy particular con el objeto droga; he ahí la responsabilidad subjetiva. En esa medida, no se trata entonces de un relación entre causa y efecto, sino que entre la causa y el efecto hay un sujeto que hace algo con aquellas cosas que el medio le ofrece.
En este panorama, una de las dificultades que se encuentra en las formas de abordaje tradicional, es la anulación del sujeto del marco de comprensión e intervención. Se trata en estos abordajes de la droga como un ente activo, con poder sobre un sujeto pasivo.
La sustancia es presentada como un espíritu maligno (5) que se apodera del cuerpo del sujeto quien se convierte en su servidor, creándose una dependencia física y psíquica. Si bien no se desconoce que las sustancias tienen un efecto sobre el cuerpo, presentada así la droga, queda excluido el sujeto de su acto de consumo.
Freud desarrolló un trabajo a lo largo de su vida para exponer los hallazgos clínicos a propósito de la psique. La describió como un aparato complejo, morada del inconsciente, a la que no se le podía atribuir un espacio físico u órgano que la representara (8),
- Este aparato psíquico será aquel proceso mediante el cual se enuncia la lógica del funcionamiento del inconsciente, lo que más adelante servirá como punto de apoyo para que Jacques Lacan estructure el concepto “sujeto del inconsciente”, término con el que no contó Freud para sus desarrollos.
- Ahora bien, “esta creencia en una omnipotencia del “Farmakon-sustancia”, que trata a la psique como si fuera un órgano, ¡puede muy bien aparecer como una tentativa de eliminar el sujeto que es precisamente asunto del psicoanálisis!” (5),
La tentativa actual es ubicar en el mismo plano a la psique y al cerebro, reduciendo todos los procesos mentales y de pensamiento que ocuparon a los filósofos, a Freud y a otros pensadores, a un simple órgano manipulable. En esa medida, se trata en los abordajes y modelos de comprensión que se han constituido a propósito del consumo, de la psique como un órgano intoxicado (5),
Otro elemento heredero de los discursos sociales que llama la atención, es el hecho de que el paciente se presente desde su consumo: “soy adicto”, “soy marihuanero”, “soy cocainómano”, etc., enunciado que lo define como sujeto, donde el síntoma se manifiesta adscrito al yo. Esto mantiene sus dificultades para la clínica, puesto que el sujeto no es un hombre o una mujer, un hijo, un padre, un amigo, un trabajador, un sujeto con deseos, sueños, dificultades, síntomas, sino que es un toxicómano representado por lo que consume.
Etiología de la toxicomanía Ahora bien, después de haber introducido la noción de sujeto, veamos qué puede aportar el psicoanálisis para la comprensión del fenómeno, dando continuidad a lo ya trabajado desde la perspectiva de Freud. Como se había señalado previamente a propósito de las reflexiones que Freud establece, en la clínica se pone en evidencia que hay un punto central del deseo que se juega en la toxicomanía.
- El psicoanálisis propone que el sujeto es un ser deseante, pero alcanzar el deseo es una empresa irrealizable, puesto que el deseo siempre se desliza de un lado al otro.
- Lacan (9) propone que el deseo surge por el hecho de asumir la castración, es decir, por aceptar que no estamos completos y que no hay nada que nos complete, no existe algo que nos colme plenamente, que nos haga pensar que no existe nada más.
El sujeto permanece en la búsqueda de un objeto que le haga sentir plena satisfacción, pero siempre deviene la desilusión, porque aquel anhelado objeto no existe, a pesar de que el sujeto intente otorgarle a un objeto algunas cualidades de las que carece, como es el caso de la pareja amorosa.
Parece que algo distinto se presenta en la toxicomanía, puesto que el sujeto tiene la sensación de haber encontrado aquel objeto perdido que lo colmaría y que le permitiría prescindir de todos los demás, manifestando así la no circulación del deseo. Es esta la ilusión que se genera en la adicción. “Como si estuvieran absorbidos por el tratamiento de un organismo, muchos toxicómanos ya no se interesan por sus objetos de amor ni aún por sus propias necesidades.
Si el deseo sexual parece haberse ausentado, según sus propios dichos, también el hambre deja de manifestarse. En efecto, cuando ciertos toxicómanos se retiran así del mundo para entregarse a un tratamiento incesante de su propio cuerpo, tratan de constituir una forma de narcisismo que sólo les traiga satisfacciones alucinatorias.” (5),
El sujeto parece capturado en un goce “auto erótico” que le ofrece independencia del mundo exterior, de sus propias necesidades y de sus objetos de amor. Prueba de ello es la queja en la abstinencia como lo refiere Le Poulichet. Los sujetos en recuperación relatan sentir que algo les hace falta, que han perdido algo y dicha pérdida les genera dolor.
“Y es sin duda una forma de desvalimiento la que se manifiesta cuando falta el tóxico, como si el cuerpo, en lugar de modelarse en las cadenas significantes, demandara la restitución de un órgano que “ligara” las excitaciones.” (5), El sujeto toxicómano tiene la ilusión de haber construido un órgano que le permite suprimir el deseo y eliminar el dolor, es esta precisamente la operación del tóxico, una forma de prescindir de la castración.
No se trata entonces de los poderes del objeto, sino de la construcción imaginaria que el sujeto elabora para cubrir su falta. En consecuencia, se entiende la razón por la cual algunos tratamientos se ocupan de sustituir el objeto droga por otro objeto con cualidades supremas. El psicoanálisis propone que el sujeto es constituido desde una falta estructural que le brinda la posibilidad de desear, puesto que se desea solamente aquello que no se posee.
En esa medida, los seres humanos organizamos nuestra vida a partir de una serie de sueños en lo afectivo, laboral, académico, económico, social, etc., que funciona como un motor para vivir cada día y que se desarrolla de manera inconsciente con el interés de poder eliminar aquella falta que le es íntima a la condición de sujeto.
- Pero la condición misma del deseo como es concebida desde la teoría psicoanalítica, implica que nunca será alcanzado, puesto que no existe alguna cosa que le corresponda y que permita colmarlo de manera plena.
- Quisiera plantear entonces con más fuerza la idea de que hay algo del deseo que se juega en la toxicomanía, y esto tiene una fuerte implicación en lo subjetivo.
“Se trata de una detención del deseo que anestesia el sufrimiento” (5), Ya decía Freud en lo anteriormente citado, que no hay nada dispuesto ni en el macrocosmos ni en el microcosmos para poder alcanzar la anhelada felicidad. La implicación que esto tiene sobre la subjetividad, es que consecuentemente con la suspensión del deseo que se juega en la adicción, el toxicómano parece abandonar su condición de sujeto deseoso.
Consideraciones finales Freud propone que descifrar el inconsciente es como el trabajo de un arqueólogo que tiene que excavar capaz y capaz cada vez más profundas para poder encontrar ese objeto precioso que yace sumergido tras un mar de historia. Para el caso de las toxicomanías, se trata de trabajar aquello que se encuentra ubicado detrás de la metáfora del consumo, descubrir a qué corresponde ese acto.
En esa medida, se pueden intentar establecer algunos parámetros que permitan dar cuenta de un posible abordaje. En la clínica de las toxicomanías se evidencia la necesidad de centrar toda la intervención en el sujeto, en sus constructos, en sus sentidos y en su historia.
Desde esa perspectiva la importancia no está en si el sujeto consume o no, en qué consume, en la frecuencia con que consume, sino en el sentido que él le otorga a ese consumo, en qué le beneficia, en cómo lo percibe. Se trata de hacer protagonista al sujeto para que trabaje sobre su historia, sobre sus pensamientos, sobre sus sentidos y sin-sentidos, sin la pretensión de curar, de ayudar, de resolver un problema, sino de abrir un espacio para que el sujeto construya un saber particular en torno a su acto de consumo.
“En lugar de tratar de (curar la toxicomanía), nos vemos entonces llevados a hacer surgir nuevas formaciones que figuren las preguntas fundamentales del sujeto”. (10) Se trata también de un trabajo sobre el deseo, sobre su posición como sujeto, un trabajo encaminado a ubicar la responsabilidad subjetiva.
- Se trata de una clínica del sujeto del inconsciente, dividido por la falta, por la incompletud, por la incapacidad de encontrar algún elemento que permita la correspondencia entre el goce esperado y el goce alcanzado.
- Entender la toxicomanía como una construcción subjetiva que tiene un sentido particular para aquel que consume, ya sea una formación sintomática o un acto, implica un cambio en la posición del terapeuta, una modificación en la forma como se acerca al fenómeno y al sujeto adicto.
Este cambio de posición implica dejar de concebir la adicción como un problema, como un flagelo, como algo inmoral, como cuestión de locos o de enfermos, para dar lugar a pensarla como un fenómeno subjetivo construido en el marco de las posibilidades que la cultura ofrece.
De igual manera, ubicar al sujeto en el centro de la intervención, implica también entender que es el sujeto toxicómano aquel que puede enseñarnos algo sobre el acto del consumo por la vía de la palabra. Dicho esto es necesario plantear una dificultad, puesto que la complejidad en la clínica de las toxicomanías proviene del hecho de que en muchos casos el sujeto no quiere ayuda, no tiene la intención de hablar sobre su acto o no cree en el lazo que el terapeuta le ofrece.
Ahora bien, hay otro factor que es importante tener presente sobre el fenómeno y es la relación entre la toxicomanía y la cultura. La toxicomanía no es un fenómeno que se ha desarrollado de manera aislada de la cultura, puesto que la sociedad de consumo ha cambiado nuestra relación con los objetos y nuestras formas de satisfacción, invitando constantemente a través de anuncios publicitarios a la satisfacción en el exceso.
- Esta transformación cultural ha tenido incidencia en las nuevas formas del malestar y ha dado lugar a la aparición de nuevos fenómenos.
- Igualmente, considerar el fenómeno relacionado con el discurso imperante en cada época implica también un cambio en la postura del terapeuta, puesto que ya no sería considerado una enfermedad, un flagelo, un problema, sino una alternativa que el sujeto construye para enunciar su malestar frente al lazo social.
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¿Qué es la teoría del psicoanálisis?
El psicoanálisis es una teoría sobre el funcionamiento de la mente humana y una práctica terapéutica. Fue fundado por Sigmund Freud entre 1885 y 1939 y continúa siendo desarrollado por psicoanalistas por todo el mundo.
¿Qué es el psicoanálisis conclusion?
A manera de conclusión El psicoanálisis es, entre otras cosas, un método psicoterapéutico que surge en la interacción de dos sujetos en circunstancias creadas para propiciar un intercambio dialógico que incluya la comunicación de inconsciente a inconsciente.
¿Qué es el psicoanálisis y sus características?
Características del psicoanálisis – Ahora que hemos visto la definición del psicoanálisis, veamos algunas de sus características, con las que podemos tener una imagen más cercana al término del psicoanálisis:
- Cuando definimos al psicoanálisis, tenemos que se trata de una teoría que parte desde los procedimientos psíquicos del inconsciente. Desde ahí es posible adentrarse en los parámetros de la concepción de la sexualidad, el estudio sociocultural y todo lo que se encuentra en la psique.
- El psicoanálisis es investigación. Se trata de un acercamiento investigativo del pensamiento, la conducta y la experiencia de los humanos. Desde ahí se podrá acceder a la observación del comportamiento, así como la obtención de los resultados posteriores a la terapia.
- Hablando de la terapia, al tener en cuenta cada uno de los aspectos del inconsciente y sus características, vemos que es posible encontrar una serie de ejercicios terapéuticos que ayudarán a disolver aquellas características que cercan o limitan ciertos procesos en el paciente, observando pues, el estado psíquico.
¿Qué tipo de psicología es el psicoanálisis?
¿Qué es el psicoanálisis? – Hablar de psicoanálisis es, sin duda, hablar del trabajo del médico y neurólogo Sigmund Freud, Se trata de un conjunto de teorías psicológicas y técnicas terapéuticas que se basan en la creencia de que todas las personas poseen pensamientos, sentimientos, deseos y recuerdos inconscientes así como impulsos reprimidos por la consciencia.
- Concretamente, el psicoanálisis establece que el inconsciente tiene una serie de pulsiones primarias que quieren ser satisfechas, pero a menudo, la consciencia no deja que esta se satisfaga por culpa de normas sociales, contexto, etc.
- Ese impulso reprimido por la consciencia crea un desajuste en el inconsciente que puede causar malestares psicológicos.
Principalmente, el psicoanálisis sugiere que las personas puedan experimentar lo que se conoce como la ‘catarsis’, un proceso en el que se obtiene una visión más aproximada de un estado mental que lleva a conocer aquel contenido que estaba en el inconsciente o subconsciente.
- Nuestros comportamientos están muy influenciados por los impulsos que provienen de nuestro inconsciente,
- La mayoría de los problemas emocionales y psicológicos, como pueden ser la depresión y la ansiedad, suelen tener un origen en aquellos conflictos que están sumergidos entre nuestra mente consciente e inconsciente.
- El desarrollo de nuestra personalidad está muy influenciada por los eventos que hemos experimentado durante nuestra primera infancia. De hecho, según Freud y el psicoanálisis el psiquismo humano se forja principalmente durante los primeros cinco años de vida.
- Las personas suelen utilizar mecanismos de defensa, es decir, pensamientos distorsionados para protegerse de la información que está contenida dentro de su inconsciente.
- Los psicólogos especialistas en psicoanálisis pueden ayudar a las personas a traer ciertos aspectos de su mente inconsciente a la consciente mediante el uso de diferentes estrategias.
¿Cuáles son los principios del psicoanálisis?
Los principios básicos del Psicoanálisis son los siguientes: dualismo cuerpo-alma; carácter primario de la mente, concebida como algo abstracto e inmaterial; el inconsciente, mecanismo rector del comportamiento humano; la libido o apetito sexual, principio y fin de la conducta del hombre; lealtad al maestro y fidelidad
¿Qué problemas resuelve el psicoanálisis?
Tratamiento psicoanalítico de los trastornos de personalidad Psychoanalytic treatment of personality disorders Cristina Fernández Belinchón y Laura Rodríguez Moya Psicóloga Clínica. Centro de Atención Integral a Drogodependientes CAID Sur, de la Comunidad de Madrid [email protected] RESUMEN Desde el modelo psicoanalítico, los trastornos de personalidad han sido una categoría diagnóstica contemplada pero recientemente estudiada y elaborada.
- A nivel teórico, han sido ampliamente estudiados, sin embargo, en la práctica, y debido al encuadre del modelo al que nos estamos refiriendo, han sido pocos los autores que han estructurado un modo de tratamiento.
- En este trabajo nos centraremos en la teoría de estos cuadros psicopatológicos (desde los comienzos con Freud hasta la actualidad), en su evaluación y tratamiento, siguiendo, especialmente, a Otto Kernberg, quien ha sistematizado un modo de afrontar estos trastornos, al cual ha llamado “terapia expresiva”.
Palabras clave: Trastorno de personalidad, psicoanálisis, Otto Kernberg, terapia expresiva, escisión. ABSTRACT From the psychoanalytic model, personality disorders have been referred to a diagnostic category but have been recently studied and developed.
At the theoretical level, have been extensively studied, however, in practice, due to the frame of the model to which we are referring, have been few authors who have structured a treatment mode. In this paper we will focus on the theory of these psychopathological disorders (from the beginning with Freud to the present), in their evaluation and treatment, following, especially, Otto Kernberg, who has systematized a way to address these disorders, which has called “expressive therapy”.
Key words: Personality disorder, psychoanalysis, Otto Kernberg, expressive therapy, splitting. Introducción Los trastornos de personalidad son cuadros psicopatológicos que continúan generando controversia entre los profesionales dedicados a la salud mental, desde su definición hasta su evaluación, diagnóstico o tratamiento.
Se pueden encontrar hasta cuarenta términos diferentes de estos cuadros (Bergeret, 1974): psicopatía, desórdenes fronterizos, caracteropatía, neurosis de carácter, trastornos antisociales, personalidades perversas, personalidades como si, patologías límites o borderline, trastornos límites, trastornos narcisistas, etc.
A lo largo de este trabajo emplearemos los dos términos más comunes dentro de la teoría psicoanalítica: trastornos de personalidad y psicopatías. Según los diferentes modelos, encontramos múltiples definiciones. Entre las principales y más significativas tenemos la de Kurt Schneider (1974): “son aquellas personalidades que por su carácter sufren y/o hacen sufrir a los demás”.
El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, estableció dos grandes categorías diagnósticas: neurosis y psicosis. Sin embargo, se valoró posteriormente la necesidad de contemplar un tercer cuadro, con características de ambos pero con diferente funcionamiento y estructura: los trastornos de personalidad.
Ya Freud trabajó con pacientes que actualmente podrían encuadrarse dentro de esta categoría, pero que no diagnosticó como tales. Encontramos esto en su famoso caso clínico “El hombre de los lobos” (1914), conocido así por el sueño que el paciente tuvo aproximadamente a los 4 años.
- A este paciente el autor lo diagnostica de neurosis obsesiva de curación incompleta, pese a su autocrítica de no poder encuadrar su origen entre los “tipos de enfermedadneurótica”, enfermando por una “frustración narcisista”; recordemos que la neurosis es una patología edípica.
- Pese a no haber establecido esta categoría nosológica, se puede rastrear el concepto de psicopatía en las perversiones y su obra “Fetichismo” (1927), con la consideración de una actitud contradictoria: el fetiche para Freud es la repudiación y aceptación de la castración.
La percepción de la imagen de la mujer castrada se ha conservado pero a la vez se ha puesto en marcha una acción para mantenerla repudiada o renegada, por lo que hay conflicto. En su obra póstuma, “Escisión del yo en el proceso de defensa” (1938) menciona la escisión del yo como el mecanismo para mantener separados estados afectivos contradictorios.
- Actualmente, estos cuadros se han estudiado ampliamente desde los diferentes marcos teóricos dentro de la Psicología y la Psiquiatría actual.
- Se han considerado desde una perspectiva psicoanalítica, estudiando su etiología, desencadenantes, evaluación, tratamiento y pronóstico.
- Uno de los autores que más ha estudiado los trastornos de personalidad, y sistematizado su evaluación y tratamiento, ha sido Otto Kernberg, autor austriaco y cuyo trabajo ha desarrollado en Nueva York.
Ha intentado integrar la escuela kleiniana y la Psicología del Ego, siendo discípulo de Melanie Klein (iniciadora de la escuela de las relaciones objetales). Su “Teoría de las Relaciones Objetales Internalizadas” se basa en “la importancia de las más tempranas relaciones objetales internalizadas en la determinación de las vicisitudes del conflicto intrapsíquico y las relaciones psíquicas” (Kernberg, 1979).
También encontramos entre los autores principales a Kohut, contemporáneo de Kernberg y que ha elaborado su trabajo en Chicago. Sus trastornos narcisistas son similares a los trastornos fronterizos de Kernberg. Una de las diferencias básicas entre ambos autores es que el primero sí considera que pueda utilizarse el tratamiento psicoanalítico clásico en sus trastornos, mientras que el segundo elabora su propia forma de tratamiento, que veremos más adelante: la terapia expresiva.
El mérito de Kohut ha sido instituir el narcisismo como una característica positiva dentro de la personalidad. Durante el presente trabajo haremos una revisión al sistema diagnóstico y de tratamiento que realiza sobre las psicopatías. Nos centraremos en Kernberg, por ser el autor que ha sistematizado un método de evaluación y tratamiento de estas patologías, con pautas y claves para poder llevar a cabo un trabajo con estas patologías.
- Sistema Teórico Dentro de la teoría psicoanalítica, se clasifican los trastornos mentales en tres grandes categorías: psicosis, neurosis y psicopatías (trastornos de personalidad, en la actualidad divididos en subtipos según diversas clasificaciones).
- Existe acuerdo en afirmar que los desórdenes fronterizos tienen un Yo muy precario, una gran fragilidad psíquica que se traduce en sus trastornos de conducta y afectivos, en la separación de los objetos como totalmente buenos y totalmente malos, y en los acting-out tan frecuentes en este tipo de patologías.
Además, existen características representativas de estos cuadros, como la impulsividad, la auto y heteroagresividad, la gran inestabilidad emocional, las dificultades interpersonales, una cierta perturbación sobre su identidad y la falta de flexibilidad en diversas áreas.
Desde el psicoanálisis clásico, se entienden los trastornos de personalidad como una falla en el logro de la triangularización edípica, es decir, las relaciones son duales, existiendo dos sujetos en la relación. Puede haber otras relaciones e individuos en sus vidas, pero se experimentan de manera separada y dual.
El momento estructuralmente importante (no único) en la gestación de esta clase de patologías es la percepción de la diferencia sexual anatómica, y con ella el temor a la castración: el niño percibe que existe diferencia entre hombres y mujeres a nivel físico, lo cual le lleva a la aceptación y rechazo de ese contenido percibido sensorialmente (Bejahung/Verleugnung), aceptación de dos realidades incompatibles entre sí (existe y no existe dicha diferencia anatómica).
Así, la escisión del yo se produce por el efecto de esos dos mecanismos opuestos y alternativamente utilizados. Otro momento que se ha observado puede ser decisivo en la gestación de la estructura de este tipo de personalidades puede ser, como señala Volosín (1993), las fallas iniciales del vínculo con la madre.
En la actualidad, y tras los estudios de Winnicott (1992) acerca de la importancia de esta etapa, se ha estudiado en profundidad las primeras relaciones del bebé con sus seres significativos, especialmente con la figura materna, aquella que deben contener y sostener (holding) al mismo en sus primeras experiencias, dotándolas de significado; hablamos de la madre “suficientemente buena” de este autor.
- Como veremos, la escisión es el mecanismo principal de los trastornos de personalidad, y se puede producir en el proceso de separación de la madre, se escinde para evitar la angustia de no estructuración.
- Para Freud este mecanismo defensivo básico que es la escisión consiste en una división en el seno yoico, en la conciencia.
En palabras de Kernberg, existirían aspectos del yo “departamentalizados”. Para entender las psicopatías es necesario conocer cómo cualquier sujeto tiene procesos de internalización de las representaciones objeto externo, de las representaciones del sí mismo, y un afecto que acompaña a ambas representaciones.
Es decir, todas las personas tenemos una imagen de todos los individuos que nos rodean, otra imagen de nosotros mismos, y una emoción que acompaña a los dos tipos de imágenes, respectivamente. Ello lo adquirimos durante el desarrollo evolutivo a través de las relaciones significativas, y se genera a través de los sistemas de identificación, que, del inferior al superior, serían los siguientes: – Introyecciones: es pasar, de forma fantaseada, objetos y cualidades inherentes a determinados objetos del “afuera” al “adentro”.
Esto es, apropiarnos de sentimientos, comportamientos o actitudes de las personas significativas. No hay discriminación entre el sujeto y el objeto, tomando todo lo del mismo y sin ser consciente de que ello está ocurriendo. – Identificaciones: es una forma superior de introyección, y se define como el proceso psicológico mediante el cual el sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro, y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste; de esta manera se constituye y diferencia la personalidad.
- En la identificación es necesario que exista un aumento de las capacidades cognitivas, así como una internalización de roles.
- Identidad del yo: es el nivel más alto en la división sujeto/objeto, e implica la organización de las identificaciones e introyecciones, bajo la función sintética del yo.
- Implica la consolidación de las estructuras yoicas, relacionada con la continuidad del sí-mismo (percepción de identidad), la concepción global del mundo de los objetos, y el reconocimiento de esta coherencia en las interacciones, percibiendo a su vez el reconocimiento que le otorga el ambiente.
Para que los sistemas de identificación se alcancen de forma satisfactoria, es necesario que exista cierto grado de integración y desarrollo yoico y superyoico, lo cual depende a su vez de la medida en que la represión (mecanismo neurótico) y sus mecanismos afines hayan llegado a reemplazar a la escisión (mecanismo psicopático) y sus mecanismos afines.
Evaluación Algo básico para el buen tratamiento y evolución del paciente es realizar un diagnóstico acertado del trastorno que presenta. No existe un único método de evaluación, ni entrevistas estructuradas, pero sí una serie de recomendaciones que Kernberg nos expone para poder realizar un diagnóstico certero.
Primero, es importante establecer un buen clima durante la entrevista con el paciente, así como hacer uso de la observación de las conductas, respetando los ritmos de cada persona (también llamado timing) y su necesidad de hablar o establecer silencios.
- Prestar atención a las reacciones del mismo nos aporta información, y para ello se valora tanto la comunicación verbal como la no verbal.
- Comenzar con preguntas abiertas es esencial, dejando expresar al paciente sus síntomas, malestar, motivación para el tratamiento, sentimientos y pensamientos.
- En concreto para los trastornos de personalidad, Kernberg ha desarrollado la “entrevista estructural” como medio de valoración y diagnóstico.
Esta se centra en los síntomas, conflictos o dificultades del paciente, y los modos particulares en que los refleja en la interacción de aquí-y-ahora con el entrevistador. El objetivo de la entrevista es establecer el grado de integración de identidad (del sí mismo y las relaciones objetales, antes explicadas), el tipo de operaciones defensivas y la prueba de realidad del paciente.
Es una manera de estructurar el modo de evaluación de este tipo de patologías. Para ello, se utilizan ciertas técnicas: – Clarificación: exploración de la información que el paciente ha proporcionado, evocando material consciente y preconsciente sin imponerle un reto. Ello se realiza a través de preguntas, abiertas o cerradas, respecto a aquello que nos suscita dudas.
– Confrontación: presentar al paciente las áreas de información que parecen contradictorias o incongruentes, conjuntando el material consciente y preconsciente que presentó por separado. Para ello es importante prestar atención tanto a la información verbal como no verbal, puesto que pueden existir incongruencias.
- Interpretación: establecer lazos entre el material consciente y preconsciente, y las funciones o motivaciones inconscientes del aquí-y-ahora asumidas o bajo hipótesis.
- Se centra en ansiedades subyacentes y conflictos activados, y trata de resolver la naturaleza conflictiva del material presentado.
- Para poder utilizar esta técnica, hay que haber establecido previamente una buena alianza, para evitar rechazos o ausencias continuadas a citas.
– Interpretación de la Transferencia: Anna Freud (1961) define transferencia como “todos aquellos impulsos experimentados por el paciente en relación con el analista, que no dependen de la situación analítica actual, sino que remontan en su origen a tempranas vinculaciones con el objeto, reavivadas durante el análisis bajo la influencia del impulso repetitivo”.
Es decir, durante la terapia, determinadas palabras, actitudes o del terapeuta puede recordar al paciente a lo acontecido en el pasado, y es importante poder analizarlo, ya que es una conducta inapropiada que refleja la reconstrucción de relaciones patogénicas y conflictivas con los demás significantes en el pasado del paciente.
En la primera fase de la entrevista se recomiendan preguntas abiertas, directas o indirectas, presentadas en secuencia, para permitir al paciente expresar el motivo que le ha traído a consulta, su malestar, su sintomatología, así como explorar la prueba de realidad, su conciencia de enfermedad y la necesidad de tratamiento, y la naturaleza realista o no de sus expectativas sobre el mismo.
Se puede descartar patología psicótica si presenta de forma espontánea información sobre su biografía, sus cogniciones y sus afectos. En esta fase hay que investigar acerca de la difusión de la identidad, analizando qué dificultades tiene el paciente para hablar sobre él mismo como persona (quién es, qué relaciones mantiene con el exterior, etc.).
La difusión de la identidad se representa clínicamente por un concepto pobremente integrado de sí mismo y otros significantes. Las imágenes buenas y malas de los objetos y del sí mismo no están integradas, la escisión lleva a cabo tal separación. El terapeuta debe aclarar, al comienzo del tratamiento, las metas generales y los objetivos específicos del mismo, puesto que la psicoterapia es una labor conjunta entre paciente y terapeuta.
Respecto al tipo de operaciones defensivas, las personas con trastorno de personalidad pueden presentar operaciones defensivas primitivas: identificación proyectiva, escisión, negación, omnipotencia. Sin embargo, el mecanismo de defensa esencial de estos trastornos es la escisión : es un fenómeno utilizado por Freud para designar la coexistencia, dentro del yo, de dos actitudes psíquicas respecto a la realidad exterior en cuanto ésta contraría una exigencia pulsional: una tiene en cuenta la realidad, la otra la reniega y la substituye por una producción del deseo.
Acerca de la escisión, Freud (1938) lo explica como el intento de satisfacer la realidad o la pulsión y reconocer el peligro de la misma. La escisión permitiría de este modo satisfacer la pulsión y a la vez mostrar a la realidad el debido respeto, pero el precio es un desgarrón en el yo que nunca se cura, sino que se profundiza con el paso del tiempo.
- La escisión es por tanto una división en el seno yoico, manteniendo aspectos del Yo separados (dicotomizados) o, en palabras de Kernberg (1979), teniendo una vida psíquica ” departamentalizada “: el objeto es totalmente bueno o totalmente malo.
- La función es mantener separados estados afectivos contradictorios y así proteger al sujeto de posibles ambivalencias y reconocimientos de emociones dolorosas.
Por ello, señalar esos aspectos contradictorios durante la terapia puede provocar un aumento en la ansiedad del paciente. Tratamiento Tal y como apunta Volosín (1993), el vínculo es el centro de la psicoterapia. Comenzar por establecer una buena alianza terapéutica con el paciente es básico para obtener un clima de confianza y respeto, donde la palabra será la herramienta para la curación.
El vínculo terapéutico se va desarrollando sesión a sesión, lo cual, en los trastornos fronterizos, tiene mayor relevancia que la regresión al pasado. Para Anzieu (2010), el tratamiento cara a cara con el paciente permite dar importancia al contacto de la mirada y a las palabras del analista, que simbolizan, sustituyen y recrean los contactos táctiles sin que sea necesario recurrir concretamente a ellos: la realidad simbólica de intercambio es más operante que su realidad física.
Pese a que no apoya el contacto físico directo con el paciente, recomienda el aproximar la mano a la piel de éste. Dentro de la teoría psicoanalítica, desde sus inicios, ha sido motivo de discusión qué tipo de trastornos eran aptos para un psicoanálisis clásico.
- Freud en sus escritos hace referencia a las neurosis como prototipo de patologías a las cuales aplicar la cura tipo por él establecida, y basado en la transferencia, ya que entiende los síntomas como satisfacciones libidinosas sustitutivas (” Lección XXVII “).
- Sin embargo, a la otra categoría diagnóstica, las psicosis, no se les podría aplicar dicha psicoterapia.
Cuando se empezaron a etiquetar y tratar las psicopatías, se comenzó a estudiar qué tipo de tratamientos serían más recomendables. Kernberg distinguió entonces entre el psicoanálisis, la psicoterapia de expresión y la psicoterapia de apoyo, situando en la segunda el método apropiado para el tratamiento de los trastornos de personalidad.
- Las cuatro diferencias básicas entre la técnica psicoanalítica clásica y la terapia de expresión que el autor propone son: – La existencia o no de diván: en la terapia de expresión no se utiliza, por las propias características de los pacientes.
- Reducir los días semanales de terapia: de seis días que estipula el psicoanálisis clásico, a tres o uno de la terapia de expresión.
– Introducción de contención hospitalaria para pacientes con trastornos de personalidad, debido a la necesidad de un encuadre más contenedor, evitando autolesiones o heteroagresividad. – Situar el marco en el aquí y ahora, no basándose en la infancia tanto como en un psicoanálisis clásico: las interpretaciones relacionadas con la historia biográfica se recomiendan cuando la terapia ya se encuentre avanzada.
La psicoterapia de apoyo a su vez no usa la interpretación, parcialmente utiliza la clarificación y abreación, y principalmente emplea la sugestión y la intervención ambiental, eliminando la neutralidad analítica; y no interpreta la transferencia. La frecuencia de las sesiones es menor, siendo semanales o quincenales, y el terapeuta deberá relacionar de forma activa los contenidos de una sesión con otra.
Al explorar activamente la vida del paciente, se pueden observar los mecanismos primitivos de defensa, y cuestionar las incongruencias detectadas o la falta de información. La técnica básica consiste en explorar las defensas primitivas del paciente en el aquí-y-ahora, con el objetivo de ayudarlo a lograr el control sobre sus efectos y mejorar su adaptación a la realidad.
Ernberg sitúa esta modalidad como ideal para una intervención en crisis, pero afirma que debe usarse con trastornos de personalidad solo cuando la psicoterapia de expresión está contraindicada (inteligencia baja, drogodependencias sin control, intentos autolíticos continuos, etc.). Las principales técnicas de la terapia de expresión son la clarificación y la interpretación.
La terapia de expresión mantiene la neutralidad analítica de la técnica clásica, así como el análisis de la transferencia. Sin embargo, ésta se centra en la gravedad del acting-out y en las perturbaciones de la realidad externa. Para Kernberg, los tres elementos esenciales técnicos de la terapia de expresión son los siguientes: – Interpretación: es una técnica fundamental con pacientes límite.
Se contraindican la sugestión y la manipulación (excepto cuando el potencial de un grave acting-out del paciente requiere estructurar su vida externa). Estos pacientes son capaces de comprender e integrar los comentarios interpretativos del terapeuta, particularmente si sus distorsiones de los mismos se examinan y se interpretan a la vez (Frosch, 1970).
– Neutralidad técnica: esta técnica no excluye la empatía, aptitud necesaria para la comprensión de cualquier tipo de patología. Incluye la conciencia emocional de la experiencia del paciente y la capacidad para empatizar con lo que el mismo no puede tolerar de él, incluyendo la integración, a nivel cognoscitivo y emocional, de lo que está escindido.
- La neutralidad significa conservar una distancia equitativa de las fuerzas que determinan los conflictos intrapsíquicos del paciente.
- Análisis de la transferencia: es necesaria una atención constante a la realidad inmediata del paciente, así como ayudarle a integrar las relaciones objetales parciales en relaciones objetales totales.
No se analiza la transferencia como en las patologías neuróticas, en las cuales se interpreta y reconstruye en base a relaciones genéticas pasadas y totales, sino que se elabora únicamente en el presente, puesto que hay una deficiente diferenciación del concepto de sí mismo y una falta de diferenciación e individuación de los objetos, lo que impide que estos pacientes diferencien las relaciones objetales presentes de las pasadas, confundiendo transferencia y realidad y no discriminando al analista del objeto transferencial.
Debe interpretarse en forma intemporal de “como si”, y, en patología grave, se interpretan las defensas para mejorar el funcionamiento del yo y transformar y resolver las transferencias primitivas. Además, se deben establecer límites para evitar un acting-out en la transferencia, con una estructuración suficiente de la vida del paciente fuera de sesión para proteger la neutralidad del terapeuta.
Es indispensable además que las interpretaciones se basen en un marco de realidad compartido por paciente y terapeuta, es decir, dentro de un buen clima (basado en el encuadre que se haya realizado) el primero tiene que estar de acuerdo con las interpretaciones del terapeuta, y formar parte de su propia realidad.
- De cara al pronóstico, la presencia de rasgos antisociales en el paciente y la calidad de las relaciones objetales son importantes (relaciones interpersonales), y las reacciones terapéuticas negativas tienen implicaciones negativas significativas.
- Estas reacciones pueden venir por una interpretación inadecuada o temprana, o por una transferencia hacia el terapeuta negativa y no trabajada.
En conclusión, los trastornos de personalidad son psicopatologías con una estructura diferente a las clasificaciones clásicas de neurosis y psicosis, que es importante conocer, así como las posibilidades de evaluación y tratamiento. Lo esencial es establecer una buena alianza terapéutica, así como tener presente que pueden producirse cambios y conductas no previstas en el paciente debido a esa inestabilidad que presentan.
- Por ello, y como señalan los diferentes autores y la práctica clínica, es importante establecer un encuadre y unos límites adecuados desde el principio.
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¿Quién ejerce el psicoanálisis?
Resumen Este estudio de revisión resume la historia de la figura del psicólogo argentino como psicoanalista, poniendo el énfasis en los problemas ligados a su formación y a su “autorización”. El recorrido realizado se sitúa en una zona de cruces entre el campo académico y el ámbito de las instituciones analíticas privadas, abordando cuestiones legales y sociales, ligadas a la habilitación, el reconocimiento y la identidad profesional de los psicólogos.
- Introducción Hoy en día, en la Argentina, un país en el que el psicoanálisis detenta un lugar privilegiado, la gran mayoría de aquellos que lo practican tienen un título habilitante: el de psicólogo.
- Sin embargo, ya desde Freud, la universidad no resultaba indispensable para la formación de los analistas, que requerían para ello de instituciones específicas, dependientes de las asociaciones oficialmente reconocidas (Freud, 1919).
Al mismo tiempo, en nuestro país, para el Estado, el psicoanálisis no deja de ser una práctica psicoterapéutica y, como tal, está legalmente reservada a los médicos (desde hace más de un siglo) y a los psicólogos (desde los años ’80). En la década del 60, la figura del psicólogo-psicoanalista surgió justamente en esta zona de cruces entre la formación universitaria, la habilitación estatal, la autorización privada y la legitimación social.
- En este artículo nos interesa examinar los problemas que planteó (y que aún plantea) el surgimiento de esa nueva figura profesional en esa zona de cruces.
- Psicoanálisis y psicología El psicoanálisis, como corpus teórico, como método de investigación y como terapia, se presenta desde el vamos como un objeto complejo, tanto en su construcción como en sus efectos.
Pero la disciplina freudiana no se deja reducir a esas tres dimensiones (la teoría, la investigación del inconsciente, la cura), sino que, además, al igual que Freud, los psicoanalistas siempre han afirmado que el psicoanálisis es también un “movimiento” (Freud, 1914).
- Es decir, que han invocado su pertenencia a una formación colectiva, con sus propios fines organizacionales, en un sentido cercano al de los movimientos políticos o incluso religiosos, que se encolumnan detrás de un líder (Vezzetti, 2000).
- Esta dimensión queda de manifiesto en el largo siglo de vida del psicoanálisis, el que, como todo movimiento, ha sido marcado por escisiones, rupturas, fidelidades, traiciones, desviaciones y retornos al hogar paterno.
Casi podría decirse que la historia de ese movimiento se ha constituido en una verdadera novela institucional, que en el presente podría abordarse desde un punto de vista etnológico o antropológico (en términos de pertenencia, ritos de pasaje, reglas que rigen el acceso a posiciones de autoridad, etc.).
En todo caso, el psicoanálisis, con sus distintas vertientes y escuelas, a lo largo del siglo XX (y en lo que va del siglo XXI), ha marcado profundamente la cultura de Occidente (e incluso la de algunos países de Oriente), a tal punto que sería difícil encontrar otras formaciones de saber u otras corrientes de pensamiento (a excepción, quizás, del marxismo) que hayan tenido una capacidad semejante de atravesar un conjunto comparable de formaciones disciplinares, instituciones y representaciones culturales.
En este sentido, la disciplina freudiana ha permeado de los modos más variados el pensamiento contemporáneo, tanto en los saberes y nociones más difundidos en la sociedad como en la producción intelectual “alta” y el ámbito académico. La psicología, por su parte, preexiste al psicoanálisis y, en la mayor parte de sus vertientes, poco ha tenido que ver con él.
- En efecto, si se examina la historia de la disciplina, puede comprobarse que la amalgama que se ha naturalizado en nuestro país entre psicología y psicoanálisis es más bien la excepción que la regla.
- A principios del siglo XX ya podían encontrarse diversas tradiciones psicológicas que gozaban de reconocimiento académico (como la psicología experimental alemana, la psicología patológica francesa, la psicología diferencial inglesa y el conductismo norteamericano) mientras que el psicoanálisis era apenas una disciplina marginal, que no lograba ser reconocida dentro de la medicina oficial.
No obstante, es cierto que, durante la segunda posguerra, el psicoanálisis alcanzó un auge inusitado en el seno de las prácticas y los saberes que constituyeron el movimiento de la salud mental, desde la psiquiatría hasta las ciencias sociales, pasando por la psicología clínica.
En países como Inglaterra y Estados Unidos, esta expansión del freudismo, tanto en el sistema de salud como en la cultura, iba a durar relativamente poco tiempo. En otros, como Francia y Argentina, la implantación del psicoanálisis no sólo se iba a amplificar gracias a su inclusión en el movimiento de la salud mental, sino que se iba a multiplicar a partir de su ingreso en las carreras de psicología.
En esos países, la asociación entre psicoanálisis y psicología no iba a resultar un matrimonio efímero o circunstancial, sino que forjaría una unión destinada a perdurar. De este modo, mientras que en el resto del mundo el humanismo de la posguerra dejaba su lugar al auge de las psicologías llamadas científicas (particularmente al cognitivismo), en Francia, pero más aún en Argentina, cobraba fuerza una nueva psicología de filiación psicoanalítica.
- El surgimiento del psicólogo-psicoanalista como nuevo profesional En Francia, es conocida la influencia que tuvo Daniel Lagache como referente identitario para los primeros psicólogos, formados entre fines de los ’40 y principios de los ‘50.
- No sólo fue médico y filósofo (como Pierre Janet y Georges Dumas) sino que también era un reconocido psicoanalista, que, en 1953, encabezó la primera escisión de la Société Psychanalytique de Paris, liderando la creación de la Société Française de Psychanalyse, junto con Jacques Lacan y Françoise Dolto.
Más aún, en 1947 fue el primer psicoanalista en hacerse cargo de una cátedra de psicología en la Sorbona. En efecto, ese año sucedió a Paul Guillaume (un psicólogo científico estudioso de la Gestalt) en la cátedra de Psicología General. La clase inaugural que Lagache dictara en 1947, ampliada y convertida en libro, iba a transformarse en una verdadera consigna para los psicólogos franceses.
La unidad de la psicología (así se llamó el texto) implicaba todo un proyecto disciplinar, en el que la psicología clínica y la psicología experimental se fundían en una única teoría general que tenía por objeto la conducta y que reconocía el psicoanálisis como matriz teórica fundamental (Lagache, 1949).
En ese marco ecléctico (en el que la unidad era más una expresión de deseos que un logro efectivo), se daban cita la psicología social norteamericana (particularmente Kurt Lewin), la tradición psicopatológica francesa (Janet, Dumas, Blondel) y el psicoanálisis annafreudiano, por no mencionar cierto aire filosófico humanista y Sartriano).
En Argentina, el proyecto lagachiano fue retomado por Enrique Pichon-Rivière, uno de los miembros fundadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Pero sobre todo, fue difundido por sus discípulos más ilustres, que ocuparon puestos destacados en las cátedras de las primeras carreras de psicología, creadas entre 1955 y 1959.
Atravesados por el pensamiento francés, ellos hicieron una adaptación particular de las ideas de Lagache al contexto local. José Bleger, en particular, con su Psicología de la conducta y su filiación marxista, se erigió en referente de los primeros psicólogos argentinos (Bleger, 1963).
- En el proyecto disciplinar de este psiquiatra-psicoanalista, la unidad de la conducta de Lagache se articulaba con la dialéctica hegeliana, el drama politzeriano y el psicoanálisis kleiniano, que era una marca en el orillo de los analistas rioplatenses.
- En el ámbito profesional, consecuente con sus ideas políticas, el joven Bleger concebía una nueva psicología ligada a los ideales reformistas de la salud mental (que él aún denominaba “higiene”), basada en el psicoanálisis operativo (una versión del psicoanálisis aplicado que abrevaba menos en Wilfred Bion que en su propio maestro y analista: Pichon-Rivière).
Esta “psicohigiene”, en clave marxista y humanista, concebía a un psicólogo comprometido con su realidad social, en la que debía insertarse como agente de cambio (Bleger, 1966). Hoy resulta paradójico recordar que, por diferentes razones, ni los fundadores de las carreras de psicología ni Bleger anhelaban que los psicólogos se convirtieran en psicoanalistas.
- Los primeros, porque creían en una psicología científica que no necesariamente privilegiaba el ámbito de la clínica (aún reservado a los médicos).
- El segundo, porque estimaba que los psicólogos tenían que cumplir un rol social más ambicioso, ligado a la prevención.
- Respecto de ese rol, la atención de pacientes en consultorio, según el modelo médico tradicional, implicaba un retroceso del plano social a la esfera individual.
No obstante, los psicólogos parecían tener sus propios planes. Más allá de las enseñanzas de sus maestros, adoptaron el psicoanálisis de manera masiva. Pero no sólo como marco teórico y matriz identitaria, sino también como modelo para un tipo de práctica clínica que, en los hechos, ignorando los consejos de sus mayores y las prohibiciones legales, los fue convirtiendo en psicólogos-psicoanalistas.
Problemas planteados por el ejercicio del psicoanálisis por parte de los psicólogos El ejercicio de las psicoterapias en general y del psicoanálisis en particular por parte de los psicólogos planteó desde el comienzo innumerables problemas de diversos órdenes. En primer lugar, en la Argentina surgieron problemas de tipo legal, ya que la ordenanza Nº 2282 del Ministerio de Salud Pública de la Nación (que desde 1954 reglamentaba la ley 12912 sobre el ejercicio de la medicina) no ofrecía lugar a dudas.
En su artículo primero establecía expresamente que, “siendo la psicoterapia un procedimiento terapéutico total o parcialmente sugestivo”, su ejercicio estaba reservado a los médicos. Por otra parte, aclaraba en su artículo octavo que “los títulos o certificados extendidos por sociedades psicológicas o psicoanalíticas, centros docentes o instituciones científicas particulares sólo tendrán validez honorífica y en ningún caso habilitarán para el ejercicio de las respectivas especialidades” (Ministerio de Salud Pública de la Nación, 1954; citado por Falcone, 1997).
En ese sentido, en mayo de 1959, en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), un profesor de la Facultad de Ciencias Médicas solicitó formalmente “la supresión de la rama clínica del ciclo superior de la carrera de psicología”, ya que la práctica de la psicología clínica implicaba para él una forma de “ejercicio ilegal de la medicina”(UNLP, 1960: 43).
En el mes de octubre, acusaciones similares fueron vertidas en la “Tercera Conferencia de Asistencia Psiquiátrica”, realizada en Cuyo, en la que se discutió sobre los “títulos habilitantes para el estudio y el tratamiento del enfermo psíquico”. No obstante, podría pensarse que este tipo de reticencias sólo provenían en realidad del campo psiquiátrico.
Sin embargo, es claro que eran compartidas por médicos con otras pertenencias. Por ejemplo, ya en 1956, Marcos Victoria y Celes Cárcamo habían explicitado que “la Psicoterapia es una rama especial de la terapéutica clínica, subsidiaria de la medicina; como tal, su criterio de aplicación en cuanto a formas y modos debe ser ineludiblemente médico” (Cárcamo & Victoria, 1956: 51).
En este caso, lo importante es que la afirmación provenía de quien, un año más tarde, sería el primer director de la carrera de psicología de la UBA y de uno de los miembros fundadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina. En todo caso, parece claro que, a fines de los ’50, en el mismo momento en el que se creaban las primeras carreras de psicología (en Rosario, en 1955, en Buenos Aires, en 1957, en Córdoba, San Luis y La Plata, en 1958, y en Tucumán, en 1959) había un consenso bastante extendido entre los fundadores de esas carreras, los psiquiatras y los psicoanalistas sobre el hecho de que los psicólogos no debían ejercer el psicoanálisis.
- En la década del ’60, según veremos más adelante, ese consenso iba a ir resquebrajándose gradualmente, de distintas maneras y por distintos frentes.
- En 1959, en Rosario, en su clase inaugural de la cátedra de Psicoanálisis de la Universidad Nacional del Litoral, José Bleger tuvo que hacerse cargo de las paradojas que implicaba la enseñanza de la doctrina freudiana en la universidad (Bleger, 1962b).
Por un lado, tenía que dar cuenta de cuál era la pertinencia de enseñar psicoanálisis a futuros profesionales que estaban legalmente inhibidos para ejercerlo. Por otra parte, tenía que explicar qué lo autorizaba a transmitir el psicoanálisis más allá de la asociación oficial, que reclamaba el monopolio de la formación analítica.
Ambos problemas eran sorteados merced a una división doctrinal. En efecto, según Bleger, había que separar el psicoanálisis clínico, reservado a los médicos que se formaban en el Instituto de la APA, de una variante del psicoanálisis aplicado, el “psicoanálisis operativo”, que permitía la extensión de las ideas freudianas a otros dominios vinculados con la escena pública.
Era esta vertiente del psicoanálisis, explorada por Pichon-Rivière en su relación con la teoría de los grupos, la que Bleger quería privilegiar en la formación de los psicólogos. Y si bien tuvo éxito en jerarquizar una suerte de paradigma psicosocial, eso no impidió que, además, los primeros graduados también se dedicaran a la atención de pacientes en consultorio.
- La aceptación de la práctica clínica de los psicólogos.
- Cambios de referencias En 1962, se organizaron en la ciudad de Córdoba las “Primeras Jornadas Argentinas de Psicoterapia”.
- Allí se dieron cita muchos de los que, en 1959, se resistían férreamente a la práctica clínica de los psicólogos.
- Sin embargo, para esa época, las posiciones se habían morigerado.
Mauricio Goldenberg, por ejemplo, podía decir abiertamente: “Creo que el psicólogo puede hacer psicoterapia cuando el médico lo indica; el médico es el que decide cuándo y cómo” (Goldenberg, 1964: 156). Ese mismo año, Bleger escribía que el psicólogo clínico, con una formación adecuada, debía ser “plenamente habilitado para poder desarrollar una actividad psicoterápica”.
“Entre otras razones, es actualmente el profesional mejor preparado, técnica y científicamente, para dicha tarea” (Bleger, 1962: 355). Aunque luego relativizaría esa apreciación diciendo que, desde el punto de vista social, las carreras de psicología tendrían que ser consideradas un fracaso “si los psicólogos quedan exclusivamente y en su gran proporción limitados a la terapéutica individual” (Bleger, 1962, 355).
No obstante, era evidente que algunos psiquiatras reformistas ya se diferenciaban claramente de sus colegas más recalcitrantes. Otro tanto sucedía con ciertos analistas (particularmente los discípulos de Pichon) y con algunos profesores de psicología (como Jaime Bernstein), que, de un modo u otro acompañaron a los nuevos profesionales en su lucha por un rol cada vez más independiente de la tutela médica.
Esquemáticamente, podría decirse que la identidad profesional de los psicólogos fue forjándose de manera proactiva, en relación con los modelos que les brindaban algunos psiquiatras reformistas, ciertos psicoanalistas y algunos profesores, que les reconocían competencias específicas para trabajar en el ámbito clínico, ya sea en grupo o de manera individual.
Por el contrario, podría afirmarse que esa identidad profesional se constituyó de manera reactiva, por oposición a los roles subalternos propuestos por los fundadores de las carreras, los analistas más tradicionales y los psiquiatras asilares, quienes esperaban que el psicólogo se desempeñara como auxiliar del psiquiatra, como testista, como psicotécnico o como consejero (Dagfal, 2010).
- En la medida en que sus competencias en el campo de la clínica no eran reconocidas, como reacción, los psicólogos se aferraban cada vez más al ejercicio de las psicoterapias desde una perspectiva psicoanalítica.
- De manera dialéctica, podría pensarse que la conciencia del “nosotros” se fue constituyendo por diferenciación respecto de “los otros”.
Lo cierto es que esos primeros psicólogos (en su mayoría mujeres), durante el transcurso de los años ’60 fueron accediendo a lugares institucionales a la vez que acrecentaban su prestigio social como profesionales autónomos. Y todo esto lo hacían siguiendo diversos modelos derivados de las teorizaciones freudianas.
Si bien la mayoría de ellos se analizaba, ya sea de manera grupal o individual (muchas veces con miembros de la APA), la legitimidad del monopolio de esa institución que aún no los aceptaba como miembros comenzaba a ser cuestionada. Así, los psicólogos empezaron a organizar sus propias asociaciones gremiales y sus propios circuitos de formación paralelos (muchas veces informales, como en el caso de los grupos de estudio).
El golpe del ’66, por un lado, iba marcar los límites de ese sueño reformista que los había llevado a adueñarse de la escena social, favoreciendo el repliegue en los consultorios privados (lo cual no fue un obstáculo para el creciente reconocimiento de las competencias clínicas de los psicólogos en el plano social).
- Por otra parte, luego del golpe del ’66 y sobre todo a partir del “Cordobazo”, iban a acelerarse tanto la radicalización política como el cambio de referencias teóricas.
- En ese marco, a fines de los años ’60 comenzaba a producirse en la Argentina la recepción del estructuralismo.
- La conjunción entre Klein, Sartre, Politzer y Lagache que, de un modo u otro, había seducido a los seguidores de Bleger, empezaba a vacilar.
Por un lado, Althusser y Lacan representaban una alternativa intelectual que se articulaba con una orientación clínica novedosa. Oscar Masotta era un fiel exponente de esta tendencia, que desplazaba el eje desde la universidad hacia los grupos privados de estudio, cada vez más numerosos, que desembocarían luego en la creación de las primeras instituciones lacanianas.
Por otra parte, el auge de un marxismo revolucionario dejaba poco espacio para el debate intelectual no politizado o para propuestas consideradas reformistas (Dagfal, 2009). Este nuevo panorama no iba a dejar de tener sus consecuencias tanto en el campo académico como en el campo analítico. En las carreras de psicología, luego del éxodo masivo de profesores que siguió a “la noche de los bastones largos”, un recambio generacional se produjo de manera forzosa, de tal suerte que muchos graduados pasaron a ser docentes.
Algunos, incluso, crearon sus propias publicaciones, como la Revista Argentina de Psicología (RAP), donde se reflejaban fielmente los debates de la época. Ya en el primer número de esa revista, creada en 1969, Oscar Masotta (quien tenía en su haber la organización de los dos primeros “congresos lacanianos”) se permitía desafiar ácidamente a Emilio Rodrigué, el kleiniano presidente de la APA (Masotta, 1969).
- A su vez, algunos graduados más recientes, siguiendo a Louis Althusser, se encargaban de poner en cuestión el legado blegeriano (Harari, 1970).
- En todo caso, aunque las coordenadas teóricas hubieran cambiado, es claro que el psicoanálisis seguía estando en el centro de los debates sobre el rol del psicólogo (Bricht et al.1973).
En cuanto al campo analítico, la autoridad de la asociación oficial, monopólica durante casi tres décadas, se iba erosionando muy rápidamente. En primer lugar, la expansión del “análisis profano”, realizado por los psicólogos, implicaba una competencia difícil de regular.
Sobre todo porque esos analistas no médicos, en su mayoría, se habían formado con profesores miembros de la APA y hasta se habían analizado con ellos. En segundo lugar, la propia estructura jerárquica de la APA, que poseía un número muy reducido de miembros, le impedía hacerse cargo de una demanda social creciente, que ya no se limitaba a los propios analistas o a las elites porteñas, sino que se extendía a lo largo del país.
Por último, la politización de los mismos analistas hizo que algunos de ellos comenzaran a cuestionar, cada vez con mayor vehemencia la organización jerárquica y la supuesta neutralidad de la APA respecto de una escena social cada vez más conflictiva (Langer, 1971).
Así, a fines de 1971 se produjeron las primeras grandes escisiones, con el desprendimiento de los grupos “Plataforma” y “Documento”, que implicaron para la institución la pérdida de casi un tercio de sus analistas didactas, además de muchos de sus miembros adherentes y candidatos (Carpintero & Vainer, 2005).
Rápidamente, esos analistas renunciantes se acercaron a otros psiquiatras, psicólogos y trabajadores sociales comprometidos en el movimiento de la salud mental, participando en instituciones como la Federación Argentina de Psiquiatras, la Coordinadora de Trabajadores de Salud Mental, el Centro de Docencia e Investigación, etc.
En todos esos espacios, bastante heterogéneos, predominaba un espíritu interdisciplinario en el que los discursos sobre la revolución social eran articulables con la subversión del sujeto, en un momento en que la Universidad y la APA, claramente, ya habían dejado de ser los únicos lugares de formación reconocidos.
Poco tiempo después, en 1974, se creó la Escuela Freudiana de Buenos Aires, la primera institución lacaniana en el Río de la Plata (Izaguirre, 2009). Y es difícil saber qué hubiera pasado con este circuito institucional alternativo de no haber mediado el golpe de Estado de 1976, que cortó de cuajo con las ilusiones revolucionarias y obligó al exilio a buena parte de los actores involucrados en el proceso que acabamos de exponer.
Problemas actuales de formación y habilitación Sería largo detenernos en el estudio del período dictatorial y en la apertura democrática subsiguiente. Remitimos entonces al lector a la bibliografía existente (Carpintero & Vainer, 2005; Klappenbach, 2006, Plotkin, 2003; Izaguirre, 2009; etc.). No obstante, aunque se trate de una historia más reciente, no está de más recordar que, durante el período 1976-1983, más allá del cambio de referencias teóricas, la figura del psicólogo-psicoanalista, quizás con menos visibilidad, siguió tan vigente como en etapas anteriores (a pesar de circunstancias políticas muchas veces dramáticas).
La recepción del psicoanálisis lacaniano, por su parte, recién llegaría a su clímax después de la recuperación democrática, pero entonces más alejado de las lecturas althusserianas y más cercano a las teorizaciones sobre la clínica. Por otra parte, a partir de la normalización de las universidades y la reapertura plena de las carreras de psicología, el fenómeno de la masividad fue acompañado por la adopción del lacanismo como marco teórico de la mayor parte de las cátedras clínicas (al menos en las universidades públicas).
- Esta combinación entre lacanismo y masividad, que perdura hasta la actualidad, no conoce equivalentes en el mundo (ni siquiera en Francia, donde la orientación lacaniana, que es muy fuerte a nivel institucional, debe compartir espacio con otras corrientes teóricas).
- Al mismo tiempo, en esos años, el lacanismo se expandió como referencia privilegiada en el sistema de salud, particularmente en las residencias cubiertas por psicólogos, formados tanto en la universidad como en las diversas instituciones analíticas.
Cabe destacar que recién en este período la APA empezó a aceptar a los psicólogos (a partir de 1983), se promulgaron leyes que regulaban el ejercicio profesional de la psicología en varias provincias y se establecieron las incumbencias del título a nivel nacional, por la resolución 2447/85 del Ministerio de Educación (Klappenbach, 2006).
No obstante, la fuerte difusión del lacanismo en el interior de las carreras de psicología no iba a estar exenta de tensiones, en la medida en que se trataba de un psicoanálisis que no se consideraba parte de la psicología y se oponía a todo psicologismo, al mismo tiempo que reclamaba su lugar en la formación de los psicólogos.
Durante años (particularmente en los ’80 y ’90), muchos lacanianos pusieron el énfasis en una disyunción excluyente entre psicoanálisis y psicología, en la que el psicoanálisis se presentaba como el “oro” y la psicología no era más que el fundamento teórico del “vil metal” de las psicoterapias.
En ese sentido, el rol del psicólogo aparecía como subalterno al lado del rol idealizado de psicoanalista. En este período proliferaron las frases hechas y las respuestas ready made, que funcionaban como postulados autoevidentes, que no necesitaban ser demostrados. Para los legos y los psicólogos no iniciados, se trataba de una jerga críptica (Baños Orellana, 1995).
En todo caso, en muchísimos casos, el psicólogo-psicoanalista pasó a ser un psicoanalista (a secas), que en parte renegaba de su identidad profesional de base. En los albores del siglo XXI, esta situación viene cambiando aceleradamente. Por un lado, han llegado a la Argentina nuevos abordajes psicoterapéuticos (cognitivos, integrativos, etc.) que, sobre todo, han encontrado un suelo fértil en una treintena de carreras privadas, más atentas a las demandas del mercado de la salud y a las exigencias de las prepagas.
- Esta nueva oferta ha obligado a los psicoanalistas a dar cuenta de su propia eficacia psicoterapéutica, la cual, en otros tiempos, sólo era vista como un producto secundario de la “experiencia analítica”.
- A su vez, el campo psicoanalítico se ha modificado.
- Lejos del boom de los años ’80, los psicoanalistas han tratado de adaptarse a los desafíos de la época, elaborando respuestas teóricas para los nuevos malestares, desde la bulimia y la anorexia hasta las adicciones, pasando por las patologías de borde y los problemas institucionales.
En la universidad, las disyunciones excluyentes del pasado se han morigerado. Los psicólogos-psicoanalistas se han insertado plenamente en los circuitos académicos, ya sea como docentes o alumnos de cursos de especialización, maestrías o doctorados. Han creado revistas con referato en las que los artículos son evaluados según los usos y costumbres de la comunidad a académica.
Sin embargo, esto 70no implica que las tensiones entre psicoanálisis y universidad hayan sido resueltas. Sigue siendo patente la dificultad para conciliar un discurso analítico que también es soporte de un movimiento institucional (organizado en torno de líderes y de transferencias personales) con las exigencias de universalidad y la laicización de los saberes que implica el discurso científico.
A su vez, desde las instituciones analíticas se suele criticar el “discurso universitario”, por encarnar un saber cerrado, lleno de erudición vacua, que no deja lugar a la particularidad del sujeto y ahoga el deseo. Por otra parte, los equívocos que se generan en el imaginario social por la sinonimia entre psicólogo y psicoanalista no dejan de impactar en el interior de las carreras, sobre todo en lo que respecta a formación, titulación y habilitación.
- Legalmente, es claro que para ejercer el psicoanálisis es necesario un título universitario habilitante (ya sea de médico o de psicólogo).
- Si bien el título de psicólogo es “habilitante”, cada provincia es autónoma en la regulación del ejercicio profesional (la mayoría demandan la colegiación para obtener la matrícula, mientras que otras no).
Sin embargo, no existe el “título de analista” y la formación requerida para ser considerado como tal depende de la orientación teórica que se siga y/o de la institución a la que se pertenezca. Por otra parte, además de la transmisión teórica, la formación de un analista tiene la particularidad de requerir un análisis personal y la supervisión de casos.
- Es claro que estos requisitos, establecidos por el propio Freud, son difícilmente regulables.
- Al mismo tiempo, no pueden implementarse dentro de un marco universitario (lo cual no garantiza que sean de fácil cumplimiento dentro de las instituciones).
- En suma, la apelación “psicoanalista”, al no depender de una carrera regulada por el Estado, puede ser utilizada por cualquier persona, con formación adecuada o sin ella (como en el caso del “psicoanálisis silvestre”, que preocupaba a Freud mucho más que el “análisis profano”, practicado por no médicos que sin embargo estaban capacitados).
El ejercicio clínico del psicoanálisis, empero, al constituir una forma de psicoterapia (es decir, una cura por medios verbales) está restringido a los poseedores de un título habilitante. A su vez, el título habilitante es una condición necesaria pero no suficiente, ya que la formación que aportan las carreras de psicología (y más aún las de medicina) es a todas luces insuficiente para el ejercicio del psicoanálisis (Courel y Talak, 2001).
- Por más que ese título se complemente con formación analítica de posgrado (tanto universitaria como no universitaria), restan aún los requisitos freudianos del propio análisis y de la supervisión.
- La masividad de los estudios de psicología constituye un problema adicional, en la medida en que la mayoría de los graduados aún espera dedicarse a la clínica desde una matriz psicoanalítica.
Pero las condiciones del mercado ya no son las mismas. En estos momentos hay en la Argentina más de 60000 psicólogos matriculados (INDEC, 2005). Por otra parte, más de 63000 alumnos estudian psicología en las 10 carreras públicas o en alguna de las 30 carreras privadas (Alonso y Gago, 2008).
Y la gran mayoría de los psicólogos y de los estudiantes se concentra en los mismos grandes centros urbanos. En 2009, además, por la resolución Nº 343 del Ministerio de Educación, la carrera de psicología ha sido declarada de interés público. Por pedido de AUAPsi y AUAPri (las asociaciones de unidades académicas de psicología de universidades públicas y privadas) fue incluida en un grupo de carreras (como medicina, odontología, ingeniería, etc.) que deben ser evaluadas periódicamente, siguiendo lo establecido por la Ley de Educación Superior en su artículo 43.
Como se entiende que el ejercicio de esas profesiones puede comprometer el interés público “poniendo en riesgo de modo directo la salud, la seguridad, los derechos, los bienes o la formación de los habitantes”, la legislación exige que las carreras declaradas de interés público respeten determinada carga horaria, algunos contenidos curriculares básicos y ciertos criterios sobre la intensidad de la formación práctica, para lo cual deben ser evaluadas con cierta frecuencia.
Y los resultados que arrojarán estas evaluaciones aún son inciertos, tanto para la psicología como para el psicoanálisis inserto en las carreras. Comentarios finales En este estudio de revisión hemos querido resumir la historia de la figura del psicólogo argentino como psicoanalista, poniendo el énfasis en los problemas ligados a su formación y a su “autorización”.
Este recorrido nos llevó a dedicarnos a una zona de cruces entre el campo académico y el ámbito de las instituciones analíticas privadas, así como a su relación con cuestiones legales y sociales, ligadas a la habilitación, el reconocimiento y la identidad profesional de los psicólogos.
- Si bien existen diversos estudios que se han dedicado a muchos de estos temas, creemos que aún es necesario profundizar la indagación en lo que respecta a las condiciones actuales del psicoanálisis.
- Si bien es un lugar común el subrayar su hegemonía en las carreras públicas y el destacar la gran cantidad de instituciones analíticas existentes, no son tantos los estudios que hayan realizado un relevamiento exhaustivo de estos dos aspectos (Litvinoff y Gomel, 1975; Di Doménico & Vilanova, 1990; Vezzetti, 1998; AUAPsi, 1998; etc.).
En esa dirección se orientarán nuestros trabajos futuros, de tipo exploratorio. Trabajo presentado en el IV Congreso Internacional de Investigaciones y Práctica Profesional en Psicología. Bibliografía Alonso M. & Gago P. (2008). Panorama cuantitativo de los psicólogos en Argentina 2007.
Trabajo presentado en las XV Jornadas de Investigación de la Facultad de Psicología de la UBA, 7, 8 y 9 de agosto. AUAPsi (1998). Programa de formación de especialistas en innovación curricular en psicología. Informe Diagnóstico de la Situación Actual. Buenos Aires: Mimeo. Balán, J. (1991). Cuéntame tu vida.
Una biografía colectiva del psicoanálisis argentino, Buenos Aires, Planeta. Baños Orellana, J. (1995). El idioma de los lacanianos. Buenos Aires: Atuel. Bleger, J. (1962a). El psicólogo clínico y la higiene mental. Acta Psiquiátrica y Psicológica Argentina, 8, 355.
Bleger, J. (1962b). Clase inaugural de la cátedra de Psicoanálisis. Acta Psiquiátrica y Psicológica Argentina, 8, 56-60 Bleger, J. (1963). Psicología de la conducta. Buenos Aires: Eudeba. Bleger, J. (1966). Psicohigiene y psicología institucional. Buenos Aires: Paidós. Bricht, S.; Calvo, I.; Dimant, F.; Pravaz, S.; Calvo de Spolansky, M.; Troya, E.; Danis, J.; Grego, B.; Kaumann, I.; Harari, R.; Musso, E.; Knobel, M.; Malfé, R.; Ostrov, L.
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- Carpintero, E.
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- Buenos Aires: Topía.
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¿Quién propone la teoría del psicoanálisis?
Sigmund Freud fue sin duda una de las personas más influyentes dentro del desarrollo del pensamiento durante el siglo XX. Su teoría que nuestras mentes guardan recuerdos y emociones en nuestro subconsciente transformó la forma en la que los humanos estudiaban la mente humana.
¿Qué beneficios tiene el psicoanálisis?
El psicoanálisis abre la posibilidad de que esas versiones de la vida sean modificadas transformando la forma de estar en el mundo. El psicoanálisis ayuda al paciente, de inicio, a conocer con mayor profundidad y claridad la manera única en la que los conflictos se le presentan.
¿Cómo ve el psicoanálisis al ser humano?
En el psicoanálisis se concibe al ser humano como un ser en permanente conflicto. Siendo esté el estado de salud; de no ser así, el individuo estaría en lo ‘no sano’. Es una propuesta dinámica que supone el movimiento y el conflicto de los sistemas o instancias del aparato psíquico.
¿Cómo surge el psicoanálisis?
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El psicoanálisis Con el nombre de psicoanálisis se designa tanto al conjunto de teorías formuladas por Freud acerca de la estructura y funcionamiento de la psique humana como al tipo de terapia psicológica basada en la mismas. En su primer sentido, el psicoanálisis envuelve una concepción exhaustiva del ser humano que ejercería una profunda influencia en todos los ámbitos de la cultura, a pesar de que fue polémica y diversamente negada desde sus inicios.
En la actualidad, habiendo sido repetidamente señalada la inverificabilidad de algunos de sus dogmas y especulaciones, el psicoanálisis tiende a considerarse más como una escuela psicológica que como una ciencia. De la histeria al psicoanálisis El psicoanálisis surgió de un método terapéutico para determinadas enfermedades nerviosas que Sigmund Freud y su colega y compatriota Josef Breuer elaboraron conjuntamente hacia 1890 y que daría como fruto la obra Estudios sobre la histeria (1895).
La primera preocupación de Freud, dentro del campo del psiquismo humano, fue el estudio de la histeria, a través del cual llegó a la conclusión de que los síntomas histéricos eran causados por conflictos psíquicos internos reprimidos. Con los años llegaría a la convicción de que los trastornos mentales tienen su origen en la sexualidad, y de que la vida sexual comienza ya en la primera infancia (mucho antes de lo que en aquellos momentos se pensaba), tesis que había de concitar numerosas críticas y oponentes a su teoría. Sigmund Freud Partiendo del presupuesto de que aquella afección era debida a la acción de determinados hechos del pasado, los cuales, a manera de traumas, habían perturbado la personalidad psíquica del sujeto, el tratamiento de la histeria debía centrarse en que el paciente reprodujera los sucesos traumáticos que habían ocasionados tales conflictos.
- Las intensas reacciones emotivas provocadas por aquellos hechos no habían tenido manera, en su momento, de manifestarse libremente; habían sido inhibidas, y hasta su recuerdo había desaparecido de la conciencia del paciente.
- Para hallar el rastro de los hechos del pasado responsables de todo el proceso morboso, Breuer y Freud usaron primero la hipnosis, con la cual se podían eludir los mecanismos de defensa que determinaban el olvido del hecho traumático.
Una vez restablecido el recuerdo de aquel hecho, las reacciones emotivas conexas con él encontraban su normal vía de desahogo, descargándose en aquellos comportamientos (llanto, actitudes mímico-expresivas y actividades motoras de géneros diversos) con los cuales habitualmente se expresan los sentimientos más intensos; ello conducía a una atenuación progresiva o incluso a una anulación de la hipertensión emotiva.
- De esta manera desaparecían también las manifestaciones sintomáticas y se producía la normalización del enfermo.
- Breuer y Freud llamaron «catártico» a ese método, pues la acción terapéutica consistía en una liberación de estados afectivos enquistados.
- Finalizada por profundas desavenencias su colaboración con Breuer, Freud introdujo otra técnica de tratamiento: la asociación libre.
Al principio era paralela al uso de la hipnosis, que acabó desechando por considerarla menos efectiva y fiable, y también porque no podía ser usada en toda clase de pacientes. En las asociaciones libres, el paciente es llevado a un estado de pasividad y relajación de la atención en el que expresa sin censuras todo aquello que de forma espontánea le viene a la conciencia (imágenes, recuerdos, ideas, impresiones).
El trabajo resultaba más largo de esta manera, pero también más seguro y completo. El material así descubierto era mucho más abundante, y permitía descubrir no sólo hechos aislados y episódicos (los hechos traumáticos), sino también diagnosticar aquellas deformaciones generales de la personalidad causadas por los mismos.
Con todo, el objetivo del método de las asociaciones libres (que es el del psicoanálisis propiamente dicho) es análogo al del método catártico: se trata en ambos casos de obtener la cura por medio de una exploración de elementos del pasado encubiertos por un olvido más o menos total, y siempre activos, aunque inconscientes, en el psiquismo del sujeto. El diván de su consulta en Viena El tratamiento psicoanalítico se enriquecería posteriormente con la interpretación de los sueños; para Freud, el sueño expresa, de forma latente y a través de un lenguaje de símbolos, el conflicto que ha originado el trastorno psíquico.
La interpretación de los sueños es una ardua tarea en la que el terapeuta ha de vencer la «resistencia» inconsciente del sujeto, que censura su trauma como forma de defensa ante la ansiedad que causaría la mera evocación del mismo. Otro aspecto clave de la terapia psicoanalítica es el análisis de la «transferencia»: en el curso del tratamiento, los deseos, actitudes y sentimientos primitivos e infantiles del paciente hacia sus progenitores o hacia las figuras más representativas de su infancia suelen ser transferidos o proyectados sobre el terapeuta o sobre otras figuras de su entorno actual (por ejemplo, su jefe o su cónyuge).
Su análisis permitirá al paciente comprender a qué obedecen dichos sentimientos, deseos y emociones, y reinterpretarlos sin que ocasionen angustia. El inconsciente El psicoanálisis no es únicamente un método terapéutico; es también una doctrina psicológica completa sobre la personalidad y el funcionamiento de la mente humana.
Las investigaciones de Freud sobre la histeria no perseguían inicialmente otro objetivo que delimitar sus causas y su tratamiento, pero le condujeron a la elaboración de un conjunto de hipótesis que explicaban la vida mental del hombre, tanto en su desarrollo normal como en sus alteraciones y trastornos.
En diversas etapas y con algunas revisiones o matizaciones, Freud acabaría trazando una teoría general del dinamismo psíquico, de su evolución a través de los sucesivos períodos de desarrollo y del impacto de la sociedad, la cultura y la religión en la personalidad.
En su formulación topográfica, Freud incluyó en el psiquismo tres sistemas: uno consciente; otro preconsciente, cuyos contenidos pueden pasar al anterior; y otro inconsciente, cuyos contenidos no tienen acceso a la conciencia. La represión es el mecanismo que hace que los contenidos del inconsciente permanezcan ocultos.
La vida psíquica se desenvuelve, pues, en tres regiones propias: la conciencia, lo preconsciente y el inconsciente, las cuales no están separadas entre sí, sino en íntimo y constante contacto. Lo inconsciente, fundamentalmente constituido por impulsos y tendencias, ejerce constantemente su acción sobre nuestra vida consciente, expresándose en ella y buscando formas de apaciguamiento. Sigmund Freud No solamente los síntomas neuróticos, sino otras muchas manifestaciones que pueden encontrarse en individuos sanos (y que tienen apariencia de elementos accidentales de nuestra vida psíquica) constituyen en realidad la expresión de tendencias subconscientes.
En algunas obras que siguen siendo fundamentales para el psicoanálisis, Freud ilustró los mecanismos por los cuales las tendencias del subconsciente se expresan en nuestros sueños ( La interpretación de los sueños, 1900), en los lapsus, olvidos y leves trastornos momentáneos que se producen con mayor o menor frecuencia en la vida de cada cual ( Psicopatología de la vida cotidiana, 1904), en los chistes que se nos ocurren ( El chiste y su relación con lo inconsciente, 1905) e incluso en las creaciones que poetas y artistas producen para nuestro deleite.
El Yo, el Ello y el Superyó Freud no podía limitarse a examinar cómo se expresa el inconsciente en las diversas producciones de la actividad psíquica; necesariamente hubo de plantearse tanto el problema de los mecanismos que mantienen inconscientes determinados impulsos y tendencias como el de la naturaleza de esos impulsos.
En los años 20, en obras como El Yo y el Ello (1923), Freud expuso un nuevo análisis del psiquismo que complementa al anterior; en esta formulación estructural, el aparato psíquico está formado por tres instancias. La primera, el Ello, es la instancia inconsciente que contiene todas las pulsiones y se rige por el denominado principio de placer.
La segunda, el Yo, tiene contenidos en su mayoría conscientes, se rige por el principio de realidad y actúa como intermediario entre el Ello y el Superyó, la tercera instancia del aparato psíquico. El Superyó, por último, representa las normas morales e ideales.
- El Ello, presente desde el nacimiento, es la base de la personalidad; contiene todos los instintos y recibe su energía de los procesos corporales.
- Que el Ello ser rija por el principio de placer significa que evita el dolor y busca el placer mediante dos procesos: las acciones reflejas y un modo de acción que se denomina proceso primario.
Los reflejos son acciones innatas que reducen la incomodidad de inmediato, como por ejemplo un estornudo. Un proceso primario puede ser, por ejemplo, la fantasía, es decir, crear una imagen satisfactoria de lo que se desea. Por ejemplo, si se tiene hambre, se puede comenzar a imaginar la comida preferida; obviamente, la fantasía no basta para satisfacer el hambre ni cualquier otra necesidad posible.
- Así pues, es función del Yo tratar con la realidad y satisfacer las demandas del Ello, ya que éste no puede determinar la diferencia entre lo que existe en realidad y lo que está en la mente.
- El Yo, en cambio, puede establecer esta distinción, y opera según el principio de realidad, haciendo de mediador entre los deseos del Ello y las realidades del mundo exterior.
El Yo intenta satisfacer las urgencias del Ello del modo más apropiado y eficaz. Por ejemplo, el Ello puede urgir a la persona a ir a dormir de inmediato, sin que importe dónde se encuentre; el Yo retrasa el sueño hasta encontrar un momento y lugar convenientes. Freud y sus colegas en el Congreso de La Haya (1922) Según Freud, el proceso de represión que impide al inconsciente expresarse en la conciencia se produce por el hecho de que ciertas tendencias contrastan con lo que quisiéramos ser, razón por lo cual las rechazamos y no queremos reconocerlas como propias.
Este yo ideal no incide en nosotros como un modelo que tenemos presente, sino que se erige en referencia de una instancia autónoma, el Superyó, autoridad interior que nos hace sentir sus imperativos y ejerce en nosotros su dominio. Algunas veces se deja sentir abiertamente como voz de la conciencia, sentido del deber, remordimiento, etc.
Pero actúa también inconscientemente en forma automática y silenciosa, produciendo precisamente, entre otras cosas, la represión. Freud considera el Superyó como el heredero interior de aquella autoridad exterior que en la infancia está constituida por los padres.
Por un lado, los padres representan para el niño un ideal, lo que el niño aspira a llegar a ser. Por otro, y por medio de la acción educativa y de las limitaciones impuestas al niño, los padres constituyen el primer freno exterior a los impulsos instintivos. Debido a la identificación con los padres, la primitiva autoridad exterior se torna autoridad interior, en un proceso denominado «introyección».
Tanto el Superyó como el Ello actúan autónomamente en nuestra vida psíquica, haciendo sentir incesantemente su acción y agitación sobre el Yo, Los conflictos interiores se desenvuelven precisamente entre estas tres instancias en sus relaciones con aquella otra constituida por las exigencias del mundo exterior.
En obras como Inhibición, síntoma y angustia (1926), Freud describió la neurosis como una opresión sobre el Yo ejercida por la excesiva aspereza del Superyó o por la violencia de las tendencias del Ello, Pulsiones y sexualidad Paralelamente a este examen de la dinámica de la psique, Freud indagó en la naturaleza de los contenidos del inconsciente.
En este campo, el concepto fundamental en la teoría freudiana es la «pulsión» ( triebe, en alemán), tensión o impulso que tiende a la consecución de un fin y deriva en distensión y placer cuando el fin es obtenido; es la pieza básica de la motivación.
El placer viene dado por la ausencia de tensión y el displacer por la presencia de la misma; el organismo, inicialmente, se orienta hacia el placer (principio de placer) y evita las tensiones, el displacer y la ansiedad. Inicialmente, Freud diferenció dos tipos de pulsiones: los impulsos del yo o de autoconservación y los impulsos sexuales.
El estudio de la sexualidad (infantil y adulta, perversa y normal, en el hombre sano y en el neurótico) indujo a Freud a concebir el impulso sexual como una energía, la «libido», que tiende a polarizarse hacia un objeto (un individuo del sexo opuesto) con la finalidad específica de la actividad sexual. Freud en una imagen tomada en 1929 en Berchtesgaden (Alemania) No obstante, dicha energía o libido subsiste aunque no se encamine hacia su objeto y finalidad específicas, y puede orientarse entonces a objetos y finalidades impropias. De este modo, incluso lo que se llama amor ideal o asexual (o «sublimado», como técnicamente lo designa el psicoanálisis) o el conjunto de los sentimientos que enlazan al hombre con los demás hombres (sentimientos sociales) pueden entonces aparecer como expresiones de la libido.
La atenuación de los sentimientos sociales en el hombre enamorado o la disminuida importancia de la sexualidad en los individuos capaces de grandes sublimaciones son ejemplos que justifican este concepto de una energía única que puede canalizarse en variadas direcciones, ser diversamente utilizada y asumir formas distintas.
Consideraciones análogas permiten establecer una conexión entre los instintos sexuales y las fuerzas instintivas por las cuales el individuo procura su propia conservación, defensa y valorización personal, puesto que la potenciación de los impulsos de conservación se realiza en detrimento de los sexuales, y viceversa.
Por esta razón, en obras ulteriores como Introducción al narcisismo (1914), Freud ensanchó el concepto de libido, considerándola como una energía que, en las muy variadas formas antes mencionadas, puede proyectarse al exterior, sobre un objeto (libido objetual), o bien reconcentrarse hacia el interior, es decir, hacia la defensa y la protección del propio yo (libido narcisista).
La teoría de los impulsos experimentaría todavía nuevas revisiones en ensayos como Más allá del principio del placer (1920), en el que aparece un segundo grupo de instintos, los instintos de muerte, difíciles de identificar, ya que muy a menudo su acción es más silenciosa y oscura.
- De este modo, la globalidad de la doctrina freudiana distingue entre «pulsiones de vida» (Eros), que propician la supervivencia y la reproducción y que incluyen las dos de la formulación anterior, y «pulsiones de muerte» (Thánatos), entendidas como la tendencia a la reducción completa de tensiones.
- También la pulsión de muerte, como la libido, puede ser derivada al exterior y manifestarse como agresividad hacia los hombres y las cosas.
Sin embargo, a menudo se concentra sobre el yo como autoagresión; las neurosis graves poseen siempre un fortísimo componente autoagresivo. El desarrollo de la sexualidad Freud aportó asimismo una visión evolutiva respecto a la formación de la personalidad al establecer una serie de etapas en el desarrollo sexual.
- En cada una de la etapas, el fin es siempre común: la consecución de placer sexual, que apacigua las tensiones de la libido.
- La diferencia entre cada una de ellas está en el objeto que proporciona el placer.
- El niño recibe gratificación instintiva desde diferentes zonas del cuerpo en función de la etapa en que se encuentra; de este modo, a lo largo del crecimiento, la actividad erótica del niño se centra en diferentes zonas erógenas.
La primera etapa de desarrollo es la etapa oral, en la que la boca es la zona erógena por excelencia; es la fase del lactante, en la que se configura un primer objeto de placer, el pecho de la madre, y comprende el primer año de la vida. A continuación se da la etapa anal, que va hasta los tres años: el niño empieza a objetivarse a sí mismo como foco de placer y, a la vez, a ejercitarse en el autocontrol; el placer se encuentra en la liberación de productos de desecho, que reduce la tensión. En una casa de veraneo en Hohe Warte (1933) Le sigue la etapa fálica, alrededor de los cuatro años, en la que el niño comienza a desarrollar el interés por el padre del sexo opuesto y pasa por el llamado «complejo de Edipo». Después de este período, la sexualidad infantil entra en una etapa de latencia (desde los cinco a los doce años de edad aproximadamente), en la que los instintos sexuales se reprimen hasta que se reactivan por los cambios fisiológicos que se producen en el sistema reproductivo durante la pubertad.
Con la pubertad comienza la etapa genital, en la que el individuo desarrolla la atracción hacia el sexo opuesto y se interesa por formar una unión amorosa con otro. Éste es el estadio más largo, pues dura desde la adolescencia hasta la senilidad; se caracteriza por la socialización, la planificación vocacional y las decisiones acerca del matrimonio y la formación de una familia.
Freud sugiere que, dentro de este proceso evolutivo de nuestras capacidades eróticas, algunos conflictos son especialmente centrales; así, el citado complejo de Edipo es un crucial nudo de tensiones: el deseo de apropiarse del primer objeto erótico (la madre) entra en conflicto con la figura paterna, que encarna la autoridad.
- A través de estas fases se va constituyendo nuestra compleja identidad: la honda capa del Ello se compone de impulsos y deseos, muchas veces aún informes o que no encuentran objetos a los que orientarse; la superior capa de los ideales e imposiciones normativas constituye el Superyó,
- En medio, el fluctuante mundo del Yo, que integraría, en sus expresiones maduras, un equilibrio tanto erótico como estético o moral y que, en las personalidades dañadas o patológicas, naufraga entre los impulsos no canalizados del deseo y las normas sólo represivas de la autoridad.
Paralelamente a esta evolución intrapsíquica, se va dando en el sujeto un proceso de socialización en el que se moldean las relaciones con los demás; para la formación de la personalidad son de suma importancia los procesos de identificación (habitualmente, con los padres o figuras relevantes en la infancia), que permiten al individuo incorporar las cualidades de otros en sí mismo.
Su influencia Ya en sus comienzos, y también en la actualidad, las doctrinas psicoanalíticas suscitaron grandes pasiones y controversias, y contaron con tantos defensores como detractores. Entre las críticas que se formularon contra las tesis de Sigmund Freud, las principales fueron la falta de objetividad de la observación y la dificultad de derivar hipótesis específicas verificables a partir de la teoría.
A pesar del cuestionamiento a que fueron sometidas las ideas freudianas, especialmente en los círculos médicos, su trabajo congregó a un amplio grupo de seguidores. Entre ellos se encontraban Karl Abraham, Sandor Ferenczi, Alfred Adler, Carl Gustav Jung, Otto Rank y Ernest Jones.
- Algunos de ellos, como Alfred Adler y Carl Gustav Jung, fueron alejándose de los postulados de Freud y crearon su propia concepción psicológica.
- De este modo, tras haber protagonizado una verdadera revolución en la psicología y el pensamiento de la época, el psicoanálisis perdió su conformación unitaria y sirvió como base para el desarrollo y proliferación de un gran número de teorías y escuelas psicológicas; muchos de sus conceptos, sin embargo, acabarían pasando de los ámbitos especializados a la vida cotidiana, hasta configurar en gran medida el modo en que entendemos y percibimos nuestra propia mente.
Cmo citar este artculo: Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. « ». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea, Barcelona, España, 2004. Disponible en, Al navegar por este sitio, aceptas el uso de cookies y los anuncios personalizados Entendido Más información
¿Qué problemas resuelve el psicoanálisis?
Tratamiento psicoanalítico de los trastornos de personalidad Psychoanalytic treatment of personality disorders Cristina Fernández Belinchón y Laura Rodríguez Moya Psicóloga Clínica. Centro de Atención Integral a Drogodependientes CAID Sur, de la Comunidad de Madrid [email protected] RESUMEN Desde el modelo psicoanalítico, los trastornos de personalidad han sido una categoría diagnóstica contemplada pero recientemente estudiada y elaborada.
A nivel teórico, han sido ampliamente estudiados, sin embargo, en la práctica, y debido al encuadre del modelo al que nos estamos refiriendo, han sido pocos los autores que han estructurado un modo de tratamiento. En este trabajo nos centraremos en la teoría de estos cuadros psicopatológicos (desde los comienzos con Freud hasta la actualidad), en su evaluación y tratamiento, siguiendo, especialmente, a Otto Kernberg, quien ha sistematizado un modo de afrontar estos trastornos, al cual ha llamado “terapia expresiva”.
Palabras clave: Trastorno de personalidad, psicoanálisis, Otto Kernberg, terapia expresiva, escisión. ABSTRACT From the psychoanalytic model, personality disorders have been referred to a diagnostic category but have been recently studied and developed.
At the theoretical level, have been extensively studied, however, in practice, due to the frame of the model to which we are referring, have been few authors who have structured a treatment mode. In this paper we will focus on the theory of these psychopathological disorders (from the beginning with Freud to the present), in their evaluation and treatment, following, especially, Otto Kernberg, who has systematized a way to address these disorders, which has called “expressive therapy”.
Key words: Personality disorder, psychoanalysis, Otto Kernberg, expressive therapy, splitting. Introducción Los trastornos de personalidad son cuadros psicopatológicos que continúan generando controversia entre los profesionales dedicados a la salud mental, desde su definición hasta su evaluación, diagnóstico o tratamiento.
Se pueden encontrar hasta cuarenta términos diferentes de estos cuadros (Bergeret, 1974): psicopatía, desórdenes fronterizos, caracteropatía, neurosis de carácter, trastornos antisociales, personalidades perversas, personalidades como si, patologías límites o borderline, trastornos límites, trastornos narcisistas, etc.
A lo largo de este trabajo emplearemos los dos términos más comunes dentro de la teoría psicoanalítica: trastornos de personalidad y psicopatías. Según los diferentes modelos, encontramos múltiples definiciones. Entre las principales y más significativas tenemos la de Kurt Schneider (1974): “son aquellas personalidades que por su carácter sufren y/o hacen sufrir a los demás”.
- El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, estableció dos grandes categorías diagnósticas: neurosis y psicosis.
- Sin embargo, se valoró posteriormente la necesidad de contemplar un tercer cuadro, con características de ambos pero con diferente funcionamiento y estructura: los trastornos de personalidad.
Ya Freud trabajó con pacientes que actualmente podrían encuadrarse dentro de esta categoría, pero que no diagnosticó como tales. Encontramos esto en su famoso caso clínico “El hombre de los lobos” (1914), conocido así por el sueño que el paciente tuvo aproximadamente a los 4 años.
A este paciente el autor lo diagnostica de neurosis obsesiva de curación incompleta, pese a su autocrítica de no poder encuadrar su origen entre los “tipos de enfermedadneurótica”, enfermando por una “frustración narcisista”; recordemos que la neurosis es una patología edípica. Pese a no haber establecido esta categoría nosológica, se puede rastrear el concepto de psicopatía en las perversiones y su obra “Fetichismo” (1927), con la consideración de una actitud contradictoria: el fetiche para Freud es la repudiación y aceptación de la castración.
La percepción de la imagen de la mujer castrada se ha conservado pero a la vez se ha puesto en marcha una acción para mantenerla repudiada o renegada, por lo que hay conflicto. En su obra póstuma, “Escisión del yo en el proceso de defensa” (1938) menciona la escisión del yo como el mecanismo para mantener separados estados afectivos contradictorios.
- Actualmente, estos cuadros se han estudiado ampliamente desde los diferentes marcos teóricos dentro de la Psicología y la Psiquiatría actual.
- Se han considerado desde una perspectiva psicoanalítica, estudiando su etiología, desencadenantes, evaluación, tratamiento y pronóstico.
- Uno de los autores que más ha estudiado los trastornos de personalidad, y sistematizado su evaluación y tratamiento, ha sido Otto Kernberg, autor austriaco y cuyo trabajo ha desarrollado en Nueva York.
Ha intentado integrar la escuela kleiniana y la Psicología del Ego, siendo discípulo de Melanie Klein (iniciadora de la escuela de las relaciones objetales). Su “Teoría de las Relaciones Objetales Internalizadas” se basa en “la importancia de las más tempranas relaciones objetales internalizadas en la determinación de las vicisitudes del conflicto intrapsíquico y las relaciones psíquicas” (Kernberg, 1979).
- También encontramos entre los autores principales a Kohut, contemporáneo de Kernberg y que ha elaborado su trabajo en Chicago.
- Sus trastornos narcisistas son similares a los trastornos fronterizos de Kernberg.
- Una de las diferencias básicas entre ambos autores es que el primero sí considera que pueda utilizarse el tratamiento psicoanalítico clásico en sus trastornos, mientras que el segundo elabora su propia forma de tratamiento, que veremos más adelante: la terapia expresiva.
El mérito de Kohut ha sido instituir el narcisismo como una característica positiva dentro de la personalidad. Durante el presente trabajo haremos una revisión al sistema diagnóstico y de tratamiento que realiza sobre las psicopatías. Nos centraremos en Kernberg, por ser el autor que ha sistematizado un método de evaluación y tratamiento de estas patologías, con pautas y claves para poder llevar a cabo un trabajo con estas patologías.
Sistema Teórico Dentro de la teoría psicoanalítica, se clasifican los trastornos mentales en tres grandes categorías: psicosis, neurosis y psicopatías (trastornos de personalidad, en la actualidad divididos en subtipos según diversas clasificaciones). Existe acuerdo en afirmar que los desórdenes fronterizos tienen un Yo muy precario, una gran fragilidad psíquica que se traduce en sus trastornos de conducta y afectivos, en la separación de los objetos como totalmente buenos y totalmente malos, y en los acting-out tan frecuentes en este tipo de patologías.
Además, existen características representativas de estos cuadros, como la impulsividad, la auto y heteroagresividad, la gran inestabilidad emocional, las dificultades interpersonales, una cierta perturbación sobre su identidad y la falta de flexibilidad en diversas áreas.
Desde el psicoanálisis clásico, se entienden los trastornos de personalidad como una falla en el logro de la triangularización edípica, es decir, las relaciones son duales, existiendo dos sujetos en la relación. Puede haber otras relaciones e individuos en sus vidas, pero se experimentan de manera separada y dual.
El momento estructuralmente importante (no único) en la gestación de esta clase de patologías es la percepción de la diferencia sexual anatómica, y con ella el temor a la castración: el niño percibe que existe diferencia entre hombres y mujeres a nivel físico, lo cual le lleva a la aceptación y rechazo de ese contenido percibido sensorialmente (Bejahung/Verleugnung), aceptación de dos realidades incompatibles entre sí (existe y no existe dicha diferencia anatómica).
- Así, la escisión del yo se produce por el efecto de esos dos mecanismos opuestos y alternativamente utilizados.
- Otro momento que se ha observado puede ser decisivo en la gestación de la estructura de este tipo de personalidades puede ser, como señala Volosín (1993), las fallas iniciales del vínculo con la madre.
En la actualidad, y tras los estudios de Winnicott (1992) acerca de la importancia de esta etapa, se ha estudiado en profundidad las primeras relaciones del bebé con sus seres significativos, especialmente con la figura materna, aquella que deben contener y sostener (holding) al mismo en sus primeras experiencias, dotándolas de significado; hablamos de la madre “suficientemente buena” de este autor.
Como veremos, la escisión es el mecanismo principal de los trastornos de personalidad, y se puede producir en el proceso de separación de la madre, se escinde para evitar la angustia de no estructuración. Para Freud este mecanismo defensivo básico que es la escisión consiste en una división en el seno yoico, en la conciencia.
En palabras de Kernberg, existirían aspectos del yo “departamentalizados”. Para entender las psicopatías es necesario conocer cómo cualquier sujeto tiene procesos de internalización de las representaciones objeto externo, de las representaciones del sí mismo, y un afecto que acompaña a ambas representaciones.
- Es decir, todas las personas tenemos una imagen de todos los individuos que nos rodean, otra imagen de nosotros mismos, y una emoción que acompaña a los dos tipos de imágenes, respectivamente.
- Ello lo adquirimos durante el desarrollo evolutivo a través de las relaciones significativas, y se genera a través de los sistemas de identificación, que, del inferior al superior, serían los siguientes: – Introyecciones: es pasar, de forma fantaseada, objetos y cualidades inherentes a determinados objetos del “afuera” al “adentro”.
Esto es, apropiarnos de sentimientos, comportamientos o actitudes de las personas significativas. No hay discriminación entre el sujeto y el objeto, tomando todo lo del mismo y sin ser consciente de que ello está ocurriendo. – Identificaciones: es una forma superior de introyección, y se define como el proceso psicológico mediante el cual el sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro, y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste; de esta manera se constituye y diferencia la personalidad.
En la identificación es necesario que exista un aumento de las capacidades cognitivas, así como una internalización de roles. – Identidad del yo: es el nivel más alto en la división sujeto/objeto, e implica la organización de las identificaciones e introyecciones, bajo la función sintética del yo. Implica la consolidación de las estructuras yoicas, relacionada con la continuidad del sí-mismo (percepción de identidad), la concepción global del mundo de los objetos, y el reconocimiento de esta coherencia en las interacciones, percibiendo a su vez el reconocimiento que le otorga el ambiente.
Para que los sistemas de identificación se alcancen de forma satisfactoria, es necesario que exista cierto grado de integración y desarrollo yoico y superyoico, lo cual depende a su vez de la medida en que la represión (mecanismo neurótico) y sus mecanismos afines hayan llegado a reemplazar a la escisión (mecanismo psicopático) y sus mecanismos afines.
Evaluación Algo básico para el buen tratamiento y evolución del paciente es realizar un diagnóstico acertado del trastorno que presenta. No existe un único método de evaluación, ni entrevistas estructuradas, pero sí una serie de recomendaciones que Kernberg nos expone para poder realizar un diagnóstico certero.
Primero, es importante establecer un buen clima durante la entrevista con el paciente, así como hacer uso de la observación de las conductas, respetando los ritmos de cada persona (también llamado timing) y su necesidad de hablar o establecer silencios.
Prestar atención a las reacciones del mismo nos aporta información, y para ello se valora tanto la comunicación verbal como la no verbal. Comenzar con preguntas abiertas es esencial, dejando expresar al paciente sus síntomas, malestar, motivación para el tratamiento, sentimientos y pensamientos. En concreto para los trastornos de personalidad, Kernberg ha desarrollado la “entrevista estructural” como medio de valoración y diagnóstico.
Esta se centra en los síntomas, conflictos o dificultades del paciente, y los modos particulares en que los refleja en la interacción de aquí-y-ahora con el entrevistador. El objetivo de la entrevista es establecer el grado de integración de identidad (del sí mismo y las relaciones objetales, antes explicadas), el tipo de operaciones defensivas y la prueba de realidad del paciente.
- Es una manera de estructurar el modo de evaluación de este tipo de patologías.
- Para ello, se utilizan ciertas técnicas: – Clarificación: exploración de la información que el paciente ha proporcionado, evocando material consciente y preconsciente sin imponerle un reto.
- Ello se realiza a través de preguntas, abiertas o cerradas, respecto a aquello que nos suscita dudas.
– Confrontación: presentar al paciente las áreas de información que parecen contradictorias o incongruentes, conjuntando el material consciente y preconsciente que presentó por separado. Para ello es importante prestar atención tanto a la información verbal como no verbal, puesto que pueden existir incongruencias.
- Interpretación: establecer lazos entre el material consciente y preconsciente, y las funciones o motivaciones inconscientes del aquí-y-ahora asumidas o bajo hipótesis.
- Se centra en ansiedades subyacentes y conflictos activados, y trata de resolver la naturaleza conflictiva del material presentado.
- Para poder utilizar esta técnica, hay que haber establecido previamente una buena alianza, para evitar rechazos o ausencias continuadas a citas.
– Interpretación de la Transferencia: Anna Freud (1961) define transferencia como “todos aquellos impulsos experimentados por el paciente en relación con el analista, que no dependen de la situación analítica actual, sino que remontan en su origen a tempranas vinculaciones con el objeto, reavivadas durante el análisis bajo la influencia del impulso repetitivo”.
Es decir, durante la terapia, determinadas palabras, actitudes o del terapeuta puede recordar al paciente a lo acontecido en el pasado, y es importante poder analizarlo, ya que es una conducta inapropiada que refleja la reconstrucción de relaciones patogénicas y conflictivas con los demás significantes en el pasado del paciente.
En la primera fase de la entrevista se recomiendan preguntas abiertas, directas o indirectas, presentadas en secuencia, para permitir al paciente expresar el motivo que le ha traído a consulta, su malestar, su sintomatología, así como explorar la prueba de realidad, su conciencia de enfermedad y la necesidad de tratamiento, y la naturaleza realista o no de sus expectativas sobre el mismo.
Se puede descartar patología psicótica si presenta de forma espontánea información sobre su biografía, sus cogniciones y sus afectos. En esta fase hay que investigar acerca de la difusión de la identidad, analizando qué dificultades tiene el paciente para hablar sobre él mismo como persona (quién es, qué relaciones mantiene con el exterior, etc.).
La difusión de la identidad se representa clínicamente por un concepto pobremente integrado de sí mismo y otros significantes. Las imágenes buenas y malas de los objetos y del sí mismo no están integradas, la escisión lleva a cabo tal separación. El terapeuta debe aclarar, al comienzo del tratamiento, las metas generales y los objetivos específicos del mismo, puesto que la psicoterapia es una labor conjunta entre paciente y terapeuta.
- Respecto al tipo de operaciones defensivas, las personas con trastorno de personalidad pueden presentar operaciones defensivas primitivas: identificación proyectiva, escisión, negación, omnipotencia.
- Sin embargo, el mecanismo de defensa esencial de estos trastornos es la escisión : es un fenómeno utilizado por Freud para designar la coexistencia, dentro del yo, de dos actitudes psíquicas respecto a la realidad exterior en cuanto ésta contraría una exigencia pulsional: una tiene en cuenta la realidad, la otra la reniega y la substituye por una producción del deseo.
Acerca de la escisión, Freud (1938) lo explica como el intento de satisfacer la realidad o la pulsión y reconocer el peligro de la misma. La escisión permitiría de este modo satisfacer la pulsión y a la vez mostrar a la realidad el debido respeto, pero el precio es un desgarrón en el yo que nunca se cura, sino que se profundiza con el paso del tiempo.
- La escisión es por tanto una división en el seno yoico, manteniendo aspectos del Yo separados (dicotomizados) o, en palabras de Kernberg (1979), teniendo una vida psíquica ” departamentalizada “: el objeto es totalmente bueno o totalmente malo.
- La función es mantener separados estados afectivos contradictorios y así proteger al sujeto de posibles ambivalencias y reconocimientos de emociones dolorosas.
Por ello, señalar esos aspectos contradictorios durante la terapia puede provocar un aumento en la ansiedad del paciente. Tratamiento Tal y como apunta Volosín (1993), el vínculo es el centro de la psicoterapia. Comenzar por establecer una buena alianza terapéutica con el paciente es básico para obtener un clima de confianza y respeto, donde la palabra será la herramienta para la curación.
- El vínculo terapéutico se va desarrollando sesión a sesión, lo cual, en los trastornos fronterizos, tiene mayor relevancia que la regresión al pasado.
- Para Anzieu (2010), el tratamiento cara a cara con el paciente permite dar importancia al contacto de la mirada y a las palabras del analista, que simbolizan, sustituyen y recrean los contactos táctiles sin que sea necesario recurrir concretamente a ellos: la realidad simbólica de intercambio es más operante que su realidad física.
Pese a que no apoya el contacto físico directo con el paciente, recomienda el aproximar la mano a la piel de éste. Dentro de la teoría psicoanalítica, desde sus inicios, ha sido motivo de discusión qué tipo de trastornos eran aptos para un psicoanálisis clásico.
- Freud en sus escritos hace referencia a las neurosis como prototipo de patologías a las cuales aplicar la cura tipo por él establecida, y basado en la transferencia, ya que entiende los síntomas como satisfacciones libidinosas sustitutivas (” Lección XXVII “).
- Sin embargo, a la otra categoría diagnóstica, las psicosis, no se les podría aplicar dicha psicoterapia.
Cuando se empezaron a etiquetar y tratar las psicopatías, se comenzó a estudiar qué tipo de tratamientos serían más recomendables. Kernberg distinguió entonces entre el psicoanálisis, la psicoterapia de expresión y la psicoterapia de apoyo, situando en la segunda el método apropiado para el tratamiento de los trastornos de personalidad.
- Las cuatro diferencias básicas entre la técnica psicoanalítica clásica y la terapia de expresión que el autor propone son: – La existencia o no de diván: en la terapia de expresión no se utiliza, por las propias características de los pacientes.
- Reducir los días semanales de terapia: de seis días que estipula el psicoanálisis clásico, a tres o uno de la terapia de expresión.
– Introducción de contención hospitalaria para pacientes con trastornos de personalidad, debido a la necesidad de un encuadre más contenedor, evitando autolesiones o heteroagresividad. – Situar el marco en el aquí y ahora, no basándose en la infancia tanto como en un psicoanálisis clásico: las interpretaciones relacionadas con la historia biográfica se recomiendan cuando la terapia ya se encuentre avanzada.
La psicoterapia de apoyo a su vez no usa la interpretación, parcialmente utiliza la clarificación y abreación, y principalmente emplea la sugestión y la intervención ambiental, eliminando la neutralidad analítica; y no interpreta la transferencia. La frecuencia de las sesiones es menor, siendo semanales o quincenales, y el terapeuta deberá relacionar de forma activa los contenidos de una sesión con otra.
Al explorar activamente la vida del paciente, se pueden observar los mecanismos primitivos de defensa, y cuestionar las incongruencias detectadas o la falta de información. La técnica básica consiste en explorar las defensas primitivas del paciente en el aquí-y-ahora, con el objetivo de ayudarlo a lograr el control sobre sus efectos y mejorar su adaptación a la realidad.
Kernberg sitúa esta modalidad como ideal para una intervención en crisis, pero afirma que debe usarse con trastornos de personalidad solo cuando la psicoterapia de expresión está contraindicada (inteligencia baja, drogodependencias sin control, intentos autolíticos continuos, etc.). Las principales técnicas de la terapia de expresión son la clarificación y la interpretación.
La terapia de expresión mantiene la neutralidad analítica de la técnica clásica, así como el análisis de la transferencia. Sin embargo, ésta se centra en la gravedad del acting-out y en las perturbaciones de la realidad externa. Para Kernberg, los tres elementos esenciales técnicos de la terapia de expresión son los siguientes: – Interpretación: es una técnica fundamental con pacientes límite.
- Se contraindican la sugestión y la manipulación (excepto cuando el potencial de un grave acting-out del paciente requiere estructurar su vida externa).
- Estos pacientes son capaces de comprender e integrar los comentarios interpretativos del terapeuta, particularmente si sus distorsiones de los mismos se examinan y se interpretan a la vez (Frosch, 1970).
– Neutralidad técnica: esta técnica no excluye la empatía, aptitud necesaria para la comprensión de cualquier tipo de patología. Incluye la conciencia emocional de la experiencia del paciente y la capacidad para empatizar con lo que el mismo no puede tolerar de él, incluyendo la integración, a nivel cognoscitivo y emocional, de lo que está escindido.
La neutralidad significa conservar una distancia equitativa de las fuerzas que determinan los conflictos intrapsíquicos del paciente. – Análisis de la transferencia: es necesaria una atención constante a la realidad inmediata del paciente, así como ayudarle a integrar las relaciones objetales parciales en relaciones objetales totales.
No se analiza la transferencia como en las patologías neuróticas, en las cuales se interpreta y reconstruye en base a relaciones genéticas pasadas y totales, sino que se elabora únicamente en el presente, puesto que hay una deficiente diferenciación del concepto de sí mismo y una falta de diferenciación e individuación de los objetos, lo que impide que estos pacientes diferencien las relaciones objetales presentes de las pasadas, confundiendo transferencia y realidad y no discriminando al analista del objeto transferencial.
Debe interpretarse en forma intemporal de “como si”, y, en patología grave, se interpretan las defensas para mejorar el funcionamiento del yo y transformar y resolver las transferencias primitivas. Además, se deben establecer límites para evitar un acting-out en la transferencia, con una estructuración suficiente de la vida del paciente fuera de sesión para proteger la neutralidad del terapeuta.
Es indispensable además que las interpretaciones se basen en un marco de realidad compartido por paciente y terapeuta, es decir, dentro de un buen clima (basado en el encuadre que se haya realizado) el primero tiene que estar de acuerdo con las interpretaciones del terapeuta, y formar parte de su propia realidad.
- De cara al pronóstico, la presencia de rasgos antisociales en el paciente y la calidad de las relaciones objetales son importantes (relaciones interpersonales), y las reacciones terapéuticas negativas tienen implicaciones negativas significativas.
- Estas reacciones pueden venir por una interpretación inadecuada o temprana, o por una transferencia hacia el terapeuta negativa y no trabajada.
En conclusión, los trastornos de personalidad son psicopatologías con una estructura diferente a las clasificaciones clásicas de neurosis y psicosis, que es importante conocer, así como las posibilidades de evaluación y tratamiento. Lo esencial es establecer una buena alianza terapéutica, así como tener presente que pueden producirse cambios y conductas no previstas en el paciente debido a esa inestabilidad que presentan.
- Por ello, y como señalan los diferentes autores y la práctica clínica, es importante establecer un encuadre y unos límites adecuados desde el principio.
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¿Qué beneficios tiene el psicoanálisis?
El psicoanálisis abre la posibilidad de que esas versiones de la vida sean modificadas transformando la forma de estar en el mundo. El psicoanálisis ayuda al paciente, de inicio, a conocer con mayor profundidad y claridad la manera única en la que los conflictos se le presentan.
¿Cuándo se debe acudir a un psicoanalista?
Cuando hay pensamientos de violencia hacia el otro. Cuando presentas delirios (pensar cosas irracionales) Cuando presentas alucinaciones (ver o escuchar cosas o voces que son ilusión) Cuando existen fluctuaciones grandes del humor (se recomienda siempre en conjunto con psicoterapia)