El acero de Damasco, como ya os comentamos en otra ocasión, es uno de esos materiales férricos de los que nos hacemos cargo en Recuperaciones Manuel Grueso, pero ¿de dónde proviene y para qué se usa?
Para empezar, debéis saber que este material es un acero de crisol empleado y elaborado en Oriente Medio para la fabricación de espadas entre los años 1100 y 1700. Las pesadas creadas con el acero de Damasco eran muy conocidas debido a su dureza y a su filo, denominado “casi eterno”, y fueron muy aclamadas en Europa. No obstante, la técnica que se empleaba para su fabricación sigue siendo a día de hoy un misterio puesto que los metalúrgicos especialistas aún debaten sobre esto. También cabe destacar que las espadas de acero de Damasco eran reconocibles por sus patrones de hojas.
Las espadas originales empezaron a elaborarse en las vecindades de Damasco, Siria, entre el año 900 y el 1750 y, al estar realizadas con el acero de Damasco presentaban una especie de aleación que tenía al mismo tiempo las cualidades de dureza y flexibilidad, por lo que era un acero idóneo para la fabricación de espadas.
Sin embargo, las técnicas con las que se trataba este acero se perdieron hace siglos y volvieron a ser descubiertas por varias universidades de Estados Unidos y la Universidad Complutense de Madrid, llegando a dar con el secreto de las espadas y consiguiendo elaborar varios ejemplares. No obstante, el acero de Damasco se emplea actualmente para la elaboración de cuchillos de alta gama, pese al uso que tuvo desde sus orígenes.