Hasta no hace mucho, el ser humano pensaba que la inmensidad de los océanos los convertían en algo inmune a cuestiones como la contaminación o la alteración de los ecosistemas. Sin embargo, con el paso de los años hemos podido comprobar cómo la acción humana es capaz de alterar gravemente el estado de éstos, algo contra lo que las organizaciones ecologistas tratan de luchar diariamente.
Se pueden dañar las aguas de los océanos, así como la vida que albergan, de muchas maneras. Vertidos industriales, residuos procedentes de explotaciones ganaderas o agrícolas, de grandes ciudades…creyendo que el océano es capaz de absorber todo lo que se tire en él sin sufrir las consecuencias, el ser humano ha utilizado sus aguas de vertedero particular durante años sin reparar en el daño que estaba ocasionando.
Además de este tipo de vertidos, el otro gran problema de la contaminación oceánica son los plásticos. Cada año se tiran al mar más de ocho millones de toneladas de este material, algo que resulta mortal para las especies animales y vegetales de estos ecosistemas. Ni siquiera nosotros nos libramos de sus efectos, ya que la arena de nuestras playas contiene microplásticos y otras partículas tóxicas.